Mew 09

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2 de Septiembre, 9528 A.C.

Artemisa se sentó sola en su diván, queriendo llorar. Apolo le había contado a todo dios en el Olimpo sobre Mew y su pretensión de ser su consorte.

Se habían estado riendo todos de ella desde entonces.

—Deberías destriparlo en el suelo de tu templo —había dicho Zeus anoche mientras ella visitaba su pabellón.

Apolo se había mofado:

—No puede. Su vida está atada a su hermano gemelo y si se mueren me arruinarían la diversión por una temporada. Pero es para morirse de la risa la de mentiras que cuentan estos humanos.

Afrodita había puesto los ojos en blanco.

—No puedo imaginar que una puta piense que podría pretender una relación con Artemisa de entre todos los dioses. ¿Ha comprobado alguien su estado mental?

—Definitivamente está loco —había dicho Apolo—. Lo supe la primera vez que lo vi.

Después de esto, Artemisa no había vuelto a acercarse a ninguno de los demás. Pero incluso peor que sus risas era el enfermizo nudo en su estómago por el dolor que sabía que Mew sentía.

Él se lo merece.

Eso era cierto. Su traición merecía una muerte dolorosa y aún con todo lo que ella quería hacer era abrazarle. Echaba de menos la manera en como la hacía sentir. El sabor de sus labios...

Cuando estaba con ella, ella sonreía todo el tiempo. Había algo en él que la hacía feliz. Nada más importaba realmente excepto ellos dos.

Él te traicionó.

Esto era algo que no podía perdonar. Él la había convertido en un hazmerreír. Lo único que la salvaba era el hecho de que ninguno de los demás creyó las pretensiones de él.

Aún así todavía, todo que quería era ir con él...

Artemisa, te convoco a la forma humana. —Ryssa contuvo el aliento dentro del templo de Artemisa, temiendo que la diosa la ignorase. Lo recorrio con la mirada, asegurándose nuevamente de que estaba absolutamente sola—. Diosa, por favor oye mi llamada y ven a mí. Necesito verte.

Una trémula neblina apareció a la derecha del altar. Ryssa sonrió mientras la niebla se condensaba para dar forma una pelirroja increíblemente hermosa. Los rasgos de Artemisa eran muy similares a los de Apolo, excepto que la cara de la diosa tenía una estructura ósea más sutil.

—¿Qué quieres, humana?

—Estoy aquí de parte de Mew.

Los ojos de Artemisa ardieron con cólera.

—No conozco a nadie con ese nombre. —Comenzó a desvanecerse.

—No por favor... esto no es culpa suya. Él no se lo dijo a nadie. Lo hice yo.

Artemisa se materializó de nuevo cuando aquellas palabras la arrasaron. Fulminó con la mirada a la pequeña belleza rubia que portaba al hijo de su hermano.

—¿Qué?

Ryssa dio un paso hacia adelante, sus ojos brillaban con lágrimas no derramadas.

—Mew nunca ha dicho ni una sola palabra sobre ti a nadie, ni siquiera a mí. Vi la herida de mordedura en su cuello y supe que tuviste que ser tú. Por favor, si me equivoqué, entonces perdóname. Pero si tengo razón, no quería que estuvieras enfadada con él por algo que él no hizo.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora