El diario de Ryssa 05

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15 de Febrero, 9531 A.C.

El tiempo había volado mientras observaba crecer a Mew de un niño tímido y asustadizo, a un hombre más seguro de expresar sus propias opiniones. Ya no se abate ni mantiene la cabeza baja. Cuando le hablo, ahora encuentra mi mirada directamente. Realmente, su transformación ha sido la cosa más hermosa que alguna vez haya visto.

No estoy segura si ha sido por influencia mía, o si ha sido Maia quien finalmente lo ha alcanzado y sacado su nuevo lado. Los dos son inseparables.

Hoy estaban en la cocina mientras Petra guisaba. Estuve de pie en la entrada observándolos atentamente.

—Tienes que golpear el pan así —Maia lo troceó con sus diminutas manos mientras se arrodillaba sobre un taburete alto para poder alcanzar la mesa—. Pretende que es alguien que no te agrada —susurró fuerte como si compartiera un gran secreto.

La expresión de Mew brilló con calidez.

—No creo que haya alguien que no te agrade.

—Bueno, no, pero probablemente hay alguien que no te gusta.

No perdí el tormento en sus ojos mientras apartaba la mirada. Me pregunté quién encabezaba su lista. ¿Nuestro padre o nuestro tío?

—Necesitamos más leche.

Mew obedientemente se la dio.

Petra les echó una ojeada, sonrio y sacudió la cabeza ante ellos mientras Maia agregaba mucha más sal de la necesaria.

Maia se limpió la nariz, que moqueaba, antes de poner sus manos de vuelta en la masa. Me encogí, haciendo una nota mental de no comer cualquier pan que hubieran cocinado, pero Mew no parecía ser tan receloso. Incluso comió un pedazo de pastel de lodo varios días antes para hacer a Maia feliz.

—Ahora debemos darles forma de pan. Vamos a hacerlos pequeñitos porque son mis favoritos.

Mew obedientemente lo hizo.

Los perros comenzaron a ladrar.

—¡Shh! —dijo Maia mientras separaba un pedazo de masa y se lo acercaba a Mew para que pudiera hacer un bollo—. Estamos trabajando.

El perro saltó y empujó a Maia, quien perdió el equilibrio. Mew la cogió al mismo tiempo que el perro saltaba sobre su pierna, desequilibrándolo. En un instante, estaban derechos, y al siguiente estaban en el suelo, con Mew sobre su espalda y Maia en su pecho. El perro ladró y bailó a su alrededor, chocando contra la mesa.

El cuenco de harina que habían estado usando cayó del borde y aterrizó sobre ellos. Cubrí mi boca mientras los veía, llenos de masa, harina y leche. Sólo eran visibles los amplios ojos asustados.

Maia chilló de risa y para mi completo asombro, Mew rio también.

Su sonido, combinado con una honesta sonrisa, me dejó atónita. Era absolutamente hermoso cuando sonreía... incluso cuando estaba cubierto de harina y masa.

Sus ojos brillaban mientras se limpiaba la harina de la cara y ayudaba a Maia a quitar algo de sus mejillas.

Petra dejó salir un sonido de disgusto mientras sacaba al perro de la cocina.

—Parecen fantasmas listos para asustarme hasta una temprana muerte. ¡Qué lío!

—Lo limpiaremos, Petra, lo prometo —dijo Mew mientras ponía a Maia de pie—. ¿No estás lastimada, o si?

Maia sacudió la cabeza.

—Pero temo que nuestros bollos están todos arruinados —su tono era calamitoso de verdad.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora