Capítulo 18

140 19 8
                                        

Tul apretó los dientes ante lo indignante de la postura. Sus manos estaban encadenadas a una tabla sobre la cabeza. Las piernas tenían un tanto más de libertad, pero estaban igualmente encadenas en una amplia postura y lo odiaba. Era tan degradante ser maniatado así, y no ser capaz de liberarse. Ni siquiera podía rascarse la picazón de la nariz y eso lo volvía loco.

Más que nada, le dio una mejor comprensión de lo que Mew pasó y que lo hizo querer matar a todos los que lo habían traicionado. ¿Cuántas veces habría estado atado así? ¿Salvajemente golpeado mientras aquellos a su alrededor alentaban y se burlaban? O peor, ¿tomando placer sexual de su humillación?

Hoy finalmente llevaron a cabo la castración de Mew, por un crimen que sé que no cometió. Aún puedo escuchar los gritos de insoportable dolor. Los gritos rogando por piedad y muerte. La forma en que sollozaba de un modo en que nunca antes lo había oído llorar. No creo que sepa cómo el sonido de su miseria hacía eco a través de las paredes. Cómo esos gritos marcaron mi alma. Y dudo si seré capaz de silenciarlos de mi corazón.

Las palabras de Ryssa le llegaron. Ahora entendía completamente lo que Mew había sufrido como ser humano. Un peón de sus enemigos. Un peón de las brutales maquinaciones de personas que no tuvieron respeto por su vida o sus sentimientos. Asaltado, traicionado y abusado. Era increíble que siguiera cuerdo. Que no fuera despiadado y frío con un mundo que fue así con él. El hecho de que pudiera encontrar un mínimo de compasión lo asombraba. Y no iba a dejar que estos imbéciles lo utilizaran para lastimarlo.

Con rabia y determinación creciendo en su interior, tiró de las cadenas de sus manos tan fuerte como pudo.

Sonó una risa.

—Podrías olvidarlo. Lo único que conseguirás es hacerte daño. Y aún si te liberas, nunca sobrevivirías a los Daimons y demonios que te comerán en el instante que dejes esta habitación.

Se detuvo para mirar a Becky de pie a unos cuantos metros vestida con un traje negro, esta vez con el cabello de un profundo rojo borgoña. ¿Qué pasaba con los dioses que constantemente jugaban con su cabello?

Centró la mirada sobre Becky.

—Sabes, toda mi vida he estado orgulloso de ser griego, pero debo decir que después de ti y Artemisa, estoy empezando seriamente a odiar algo de mi herencia. ¿Es congénito o hay algo más que te hace ser una perra?

Siseó como una gata a la que se le ha pisado la cola.

—No me insultes, humano. Se supone que no debo hacerte daño. Al menos en teoría. Aunque pensándolo bien, un pequeño desarreglo en tus plumas no sería tan malo.

Tal vez eso debió atemorizarlo, pero por alguna razón que no pudo imaginar, no lo hizo.

—De verdad, ¿Por qué quieres asesinar a tu tía con tanto ahínco?

Becky se mofó.

—Sirve a su engreído y corrupto trasero por once mil años y verás a qué extremos llegas por liberarte. Le ofrecí a Mew un trato hace siglos para liberarnos y el bastardo se negó. Se merece el infierno que ella le ofrece y más. Pero yo no. A diferencia de él, no me até voluntariamente a ella. Fui forzada y de una manera u otra, me liberaré.

—Cuando Mew venga por mí...

Rio, cortando las palabras de Tul.

—No vendrá aquí, cariño. No puede. Estás en el reino del infierno Atlante. Si tu amante pone un pie aquí buscándote, su madre se libera y el mundo termina. Piensa demasiado en la humanidad para permitir que eso suceda. Así que eres mío por un tiempo. Personalmente, creo que deberíamos tener un poco de distracción.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora