Capítulo 04

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Mew hizo todo lo posible por sacarse a Tul de la mente, pero era imposible. Sencillamente había algo respecto a él que lo atraía.

Odiaba eso.

Pero ni la mitad de lo que odiaba el modo en que lo había dejado en la estacada como un cobarde el día anterior. Seguía diciéndose que era para bien y aún así, no podía convencerse completamente de ello. Había algo consolador cuando estaba a su alrededor, lo cual, dada su habitual hostilidad hacia él, no tenía sentido en absoluto.

Ahora sentado en el tejado de la casa que estaba ayudando a construir, intentó despejar la cabeza y regresar al trabajo.

Alguien le tocó el pie. Miró hacia arriba para ver a Karl delante de él. Mew se quitó uno de los auriculares.

—¿Sí?

—Visita.

Asumiendo que era uno de sus compañeros en Nueva Orleáns, Mew dejó el martillo y se dirigió hacia la escalera de mano. No fue hasta que había bajado hasta la mitad que vio a Tul esperándolo. Llevaba puesto un pantalón beige y una chaqueta marrón.

Pero fueron sus grandes ojos marrones lo que se le quedó grabado.

Por mirarlos y no a lo que estaba haciendo, perdió pie y se cayó de golpe de la escalera, directamente al suelo donde aterrizó con el más embarazoso porrazo, y que no ayudó el que la escalera se cayera entonces sobre él, atrayendo todas las miradas hacia su torpe estupidez. El dolor lo golpeó con fuerza en la espalda, cadera y hombro mientras luchaba por conseguir algo de aparente dignidad.

Considerando el modo en que quedó despatarrado, realmente esto no tenía remedio. Suspirando, apartó la escalera de sus piernas.

Tul se acercó atropelladamente para arrodillarse a su lado.

—¿Estás bien?

La respuesta hubiera sido sí hasta que colocó la mano en su pecho. En esta posición, todo en lo que pudo pensar fue en tirar de él y tumbarlo sobre él y darle uso a su mano para algo mucho más agradable.

—Sí, estoy bien. —Entonces echó una ojeada hacia las otras personas a su alrededor que lo contemplaban preocupados. Su cara ardió de vergüenza—. Estoy bien, a todos —dijo más alto—: Sólo fue un pequeño resbalón.

Ellos volvieron a trabajar mientras él deseaba volverse invisible. Nunca había hecho una cosa como esta.

—Deberías tener más cuidado —dijo Tul en tono de regaño. ¿Qué le pasó a su respeto hacia él? Obviamente había seguido el mismo camino que su último vestigio de dignidad—. Podrías haberte roto el cuello o con lo grande que eres haber aterrizado sobre alguno de ellos y cargártelo.

De acuerdo... el hombre estaba chiflado.

—¿Qué haces aquí, Tul? —Rodó y se levantó, entonces se dio cuenta de que se había hecho algo de verdadero daño en la pierna cuando esta palpitó dolorosamente en protesta al ser usada de nuevo. Hizo todo lo que pudo para no gruñir o cojear.

La sonrisa de Tul lo deslumbró.

—He venido para tentarte.

Era demasiado tarde, ya lo había hecho y sabía que no quería decirlo en el sentido en que él lo hacía.

—No puedo ser tentado.

—Sí, puedes. Toda persona puede ser tentada.

Pero él no era una persona. Recogió la escalera de mano y la devolvió a su posición original. Entonces se puso a recoger los clavos que se habían caído de su cinturón de herramientas. Cuando emprendió el regreso hacia la escalera, Tul se plantó firmemente en su camino.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora