Dos semanas después
Nueva Orleáns
Pese a que Mew confiaba en Tul, su estómago estaba hecho un nudo mientras lo seguía hacia la Sala de Conferencias de Tulane, en donde iba a dar otro discurso sobre la Atlántida.—¿Por qué no me dices lo que planeas decir?
La respuesta más obvia era que lo quería torturar, cosa que había estado haciendo durante días.
Demonios, hasta podría darle lecciones a Artemisa.
Tul le ofreció la misma cálida sonrisa que sólo servía para asustarlo aún más.
—No es de tu incumbencia. Pero si te metes conmigo o con mi reputación al igual que hiciste en Nashville, vas a estar viviendo en tu propio apartamento. Solo. Acuérdate, de que me quedo con la custodia de Jam. ¿No es así, Jam?
—Exacto —dijo Jam sonriendo orgullosamente mientras se trasladaba al lado de él—. Relájate, Akri. Akra-Tul no hará nada para enfadarte. Sólo Jam hace eso.
Él se rio, aunque el nudo en su estómago se apretaba aún más con cada paso que daba hacia la habitación.
—Todavía no has contestado a mi pregunta —dijo Tul, volviendo al tema que había iniciado camino aquí—. ¿Cómo era realmente Julio César?
Él se encogió indiferentemente.
—El hombre era brillante, pero hacia trampa en los dados.
Tul dejó salir un impresionado suspiro, mientras tensaba sus hombros soñadoramente.
—No puedo creer que lo conocieras a él y Alejandro Magno.
—Bueno, Alex fue un accidente. Yo estaba persiguiendo a un Daimon que huyó hacia la ciudad en donde éste se alojaba y después que lo maté, trató de sumarme a su ejército. Le dije que estaba dirigiendo uno propio y no tenía tiempo para unirme a él.
Tul nunca se cansaba de escuchar los recuerdos del pasado de Mew. Había hecho tantas cosas fascinantes y había sido testigo de la historia sobre la que él sólo había leído. Había estado allí durante el primer saqueo de Roma. Había estado en la Muralla China apenas unos días después de haber sido terminada. Había debatido sobre filosofía con Confucio, cenado con Kublai Khan e incluso había asistido a un festín con Buda cuando él había sido apenas un muchacho. Había caminado en Egipto cuando la necrópolis de Giza se estaba construyendo. Había jugado con El Delfín cuando el muchacho había sido un niño pequeño y cenado con el verdadero Rey Arturo. . . la vida que había vivido era simplemente increíble.
Y le hacía preguntarse qué futuros acontecimientos históricos compartirían juntos.
—¿Y con respecto a Jesús? —Le pregunto, muriéndose por saber la verdad—. ¿Llegaste a conocerlo?
—Lo oí hablar en varias ocasiones. Cada vez era brillante y fascinante. Simplemente había algo sobre él que te hacia prestarle atención.
—¿Pero nunca lo conociste?
Él sacudió la cabeza.
—¿Por qué no?
—Por la misma razón por la que nunca me reuní oficialmente con Gandhi. No me sentía lo suficientemente digno. Sólo me gustaba escucharlos hablar—. Mew abrió la puerta a la Sala de Conferencias.
Tul se congeló cuando vio la multitud reunida.
Mew puso su mano sobre su brazo para darle fuerzas.

ESTÁS LEYENDO
15 MewTul
Fiksi PenggemarEsclavo de mi pasado y ¡Vivan los novios! Aquí todos odiamos a la diosa perra Artemisa »Resumen adentro