Mew 18

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30 de Junio, 9527 AC

Atenas, Grecia

Mew estaba desesperado por encontrar comida para Jam. Él se había despertado esa mañana después que ella le mordiera la mano. Afortunadamente, la había detenido antes que hiciera otra cosa que perforarle la piel.

—Se supone que no tienes que morder a tu padre, Jam —le dijo amable, pero firmemente.

—Pero la Jam estaba hambrienta y akri estaba acostado ahí, quieto y con aspecto apetitoso.

Y pensó que lo peor que podía pasar era verse apetitoso para los excitados humanos...

Pero ahora, mientras recorrían las calles de lo que una vez fue una gran ciudad, se dio cuenta del enorme daño que su madre había hecho en el breve tiempo que estuvo suelta. El mundo que él conocía se había ido. Caminos y edificios habían sido arrasados. La gente yacía muerta por toda Grecia...

Apollymia Katastrafia Megola.

Apollymi la Gran Destructora. Mientras una pequeña parte se sentía complacida por su amor, la otra se horrorizaba por lo que había hecho. Tantas vidas perdidas. El mundo entero disperso en ruinas. Toda la Atlántida estaba ahora perdida. La humanidad había retrocedido a la Edad de Piedra. Toda su tecnología y herramientas perdidas.

Los sobrevivientes lloraban en las calles que los dioses los habían abandonado, cuando la verdad era, que hubiera sido mejor si así hubiera sido. Todos ellos habían sido desafortunadas víctimas de una guerra que ni siquiera sabían que se había peleado.

Agarró la mano de Jam mientras caminaban por los alrededores, buscando un mercado. En forma humana, ella se veía muy similar a él. Ambos tenían largo cabello negro y mientras su ojos eran del mismo plateado cambiante, los de ella eran de un azul claro. Parecía una pequeña niña de paseo con su papá.

—Hey Jam. Te encontré algo para que comas.

Mew se volvió de pronto hacia la profunda voz masculina que los llamaba. Había un hombre alto, de cabello oscuro con barba espesa. Su piel era oscura como la de un Sumerio, aunque hablaba un griego impecable. Mew mantuvo a Jam tras de él para evitar que corriera hacia él.

—¿Quién eres tú?

El hombre avanzó alrededor de una columna caída para arrodillarse frente a Jam. Puso una canasta a sus pies, descubriendo tajadas de pan, pescado y queso.

—Sé que estás hambrienta, dulzura. Tómalo.

Jam soltó un chillido de placer antes de saltar sobre la comida con saña.

El hombre se puso de pie y ofreció su brazo a Mew.

—Mi nombre es Tong.

Mew frunció el ceño ante el tatuaje de un ave que marcaba su antebrazo antes que lo sacudiera.

—¿Cómo conoces a Jam?

Una esquina de su boca se levantó.

—Conozco muchas cosas, Mew. He venido a ayudarte a que aprendas tus poderes y que comprendas a tu demonio Jam. Ella es aún demasiado joven para ser dejada a un insensible cuidado y lo último que quisiera ver es a uno de los dos herido por eso.

—Nunca la lastimaría.

—Lo sé, pero los Carontes tienen necesidades especiales que debes entender. De otra manera, ella podría morir... al igual que tú.

Mew sintió erizarse los vellos de la nuca y no supo porqué. Había algo acerca de ese ser que chocaba con su divinidad y lo hacía cauteloso.

—¿Me estás amenazando?

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora