Capítulo 19

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Aún escondido tras la puerta con Saint, Tul pestañeó, y luego sonrió ante la visión de Mew de pie, furioso y extraordinario en medio de los Daimons. La postura lo decía todo, Aquí estoy para limpiar tu casa y no tendré piedad mientras lo hago. Jódeme y no serás más que un mal recuerdo para tu madre.

El cabello negro tenía mechones rojo oscuro. El dobladillo del abrigo largo, de doble pechera estilo pirata, colgaba alrededor de las Doc Martins rojo cereza que usaba la noche que se conocieron. El piercing de rubí estaba de vuelta en la nariz y por primera vez, adoró la visión de las gafas sobre su rostro.

Mew era hermoso y sintió el corazón acelerarse agradecido, por haber ido por él.

El hombre rubio y alto a su lado, estaba aparentemente mucho más calmado. Llevaba ropas sencillas, una camisa negra enrollada en las muñecas y vaqueros. Pero era casi igual de guapo, de rasgos perfectos y el cabello rubio platino sujeto en una coleta. No pudo pasar por alto el hecho que si no fuera por el cabello rubio, el hombre tendría una notable semejanza con Yibo.

Y como Yibo, tenía un aire mortal que era sólo superado por el que envolvía a Mew.

—Pensé que Mew no podía venir aquí —le susurró a Saint.

—Aparentemente está dispuesto a acabar con el mundo por ti. Deberías estar impresionado. Yo lo estoy.

Por la sorpresa en sus ojos, lo estaba. ¿Por qué correría un riesgo así?

Todo demonio y Daimon estaba congelado ante su presencia. Ni una sola palabra fue dicha por la multitud. Era como si estuvieran conteniendo el aliento de forma colectiva, mientras esperaban que el Armaggedon comenzara.

Todos excepto Yibo, que tenía la mirada fija en el hombre rubio al lado de Mew con una expresión perfectamente definida de irritado odio.

—¿Te atreves a estar de pie junto a mi enemigo?

—Contra ti, Padre, estaría de pie junto a Mickey Mouse.

Torció los labios.

—Tú, despreciable hijo de puta. Nunca deberías haber sido nada más que una mancha de esperma.

El rubio se mofó.

—Definitivamente, podría decir lo mismo sobre ti. Tendríamos el mundo a salvo y a mucha gente sin sufrir en este momento, ¿No es así?

Los Daimons empezaron a acercarse, pero fueron lanzados hacia atrás por una fuerza desconocida.

Mew giró hacia Yibo y gruñó.

—Suficiente de ésta reunión familiar de mierda. ¿Dónde está Tul?

Tul frunció el ceño ante las palabras. Aunque la voz era la de él, tenía un denso acento griego y no el fluido atlante que acostumbraba cuando no hablaba el inglés americano coloquial. Qué raro. Aún cuando hablaba en griego fluido, su acento no era tan gutural y tradicional.

—Está allí. —Una mujer alta y rubia apareció a pocos metros de Mew e indicó la puerta donde estaba Tul con un imperioso movimiento de la barbilla.

Tul jadeó ante su belleza, mientras la mujer cruzaba la corta distancia para abrazar a Mew.

—Al fin, m'gios. Has venido a liberarme. —besó su mejilla y le susurró algo al oído.

Estaba atontado cuando notó que era la diosa Apollymi. La madre de Mew.

La diosa de la Destrucción Total.

Mew la abrazó fuerte y asintió antes de dar un paso atrás. Con una burla lanzada a Yibo, giró y se dirigió a la habitación.

Antes de que Saint pudiera detenerlo, Tul empujó la puerta y corrió hacia él. Se tiró a sus brazos y lo abrazó con alivio. Y cuando sus labios se encontraron...

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora