Capítulo 21

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Artemisa esperó hasta que todos los poderes se desvanecieran de su templo. Salvo que no fue así. Sintió que los poderes primarios de Mew se fueron, pero aún quedaban más. Poderosos. Fríos. Calculadores.

Eso no era Mew.

Y cuando Tul cruzó las puertas de su sala de baño hacia la Sala del Trono con un caminar mortal, la sangre se drenó completamente de la cara de Artemisa. No había duda que el hombre quería un pedazo de ella y que estaba dispuesto a pelear.

Pese a todo se negó a permitir que el chico viera su pánico.

—No eres nada para mí, humano.

Tul se burló, y le habló en un griego perfecto.

—Oh, estás equivocada sobre eso, Artemisa. No soy un nada. Soy el que te va a patear el culo si alguna vez te vuelves a acercar a Mew.

Artemisa extendió su mano e hizo a Tul volar a lo largo de la habitación.

—Tú no eres amenaza para mí.

Tul levantó sus manos y justo cuando iba a golpearse contra la pared, dejó de moverse. Abriendo sus ojos, se sorprendió al encontrarse flotando sobre el piso a unos cuantos centímetros de la piedra con la cual Artemisa tenía intención de golpearlo.

Artemisa gritó de indignación mientras Tul se reía de alivio. Estos poderes eran grandiosos.

Manteniendo sus manos a cada lado, se colocó de nuevo en el piso de la habitación. Artemisa corrió hacia él y lo agarró por el cuello. Tul se deslizó fuera de su agarre, y la empujó.

—Oh, perra, por favor. —Estiró su mano y presionó a Artemisa contra la pared.

—¡Suéltame!

Tul apretó su agarre sobre ella.

—Por todas las veces que has herido a Mew, tienes suerte de que no te arranque el corazón del pecho ahora mismo. ¿Cómo pudiste?

Se formaron lágrimas en los verdes ojos de Artemisa mientras luchaba para liberarse.

—Lo amo.

Tul sacudió la cabeza.

—¿Cómo puedes decir eso? Ni siquiera entiendes lo que significa. Amar no es avergonzarte de ser vista con la persona que te importa. No se trata de castigo o de daño.

Sintiendo compasión por la diosa, Tul la dejo ir.

—El amor es lo que te da la fuerza necesaria para enfrentar cualquier cosa sin importar lo brutal o aterradora que sea. Es lo que hizo que Mew permitiese ser golpeado en lugar de decirle a su padre acerca de ti. Es lo que le hizo permitir ser destripado en el suelo a tus pies en lugar de avergonzarte públicamente. Y tú escupiste en su amor y lo rechazaste. Para ser una diosa, eres patética.

Artemisa lo miro desdeñosamente.

—Eres humano. A nadie le importa si duermes con una puta.

Tul hizo algo que nunca en su vida había hecho antes. Abofeteó a una persona.

Artemisa gritó y trató de agarrarlo, pero Tul aferró sus muñecas en sus manos y la empujó. Le brindó una mirada asesina a la diosa para hacerle saber que iba en serio.

—Si alguna vez insultas a Mew de nuevo, que dios me perdone, pero te voy a hacer lo que le permitiste a tu hermano hacer con él. Voy a cortarte la lengua. Mew es el hombre al que amo y nadie, nunca, tiene problemas con él sin tener problemas conmigo.

Artemisa liberó una de sus manos y trató de golpearlo, pero Tul capturó de nuevo su muñeca.

—No eres mejor que yo —le gruñó Artemisa—. Lo sacrificarías en un instante para salvarte.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora