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Tres días, dieciséis horas, con cuarenta y dos minutos.

Estaba cansado, no, no tengo la excusa de estarlo, ella estaba peor, empotrada en la cama con tantas agujas en su cuerpo que no podría contarlas.

Apenas me había movido en todo este tiempo, siquiera había comido.
Ayer me había desmayado al no querer beber agua.
Luego los doctores me habían colocado suero para que no volviera a pasar.

Solo quería estar al lado de su cama, de...ella.
No había dormido en días, ella, por otro lado, estaba tan tranquila, pacífica, como un Ángel en su descanso enterno.

Alse mi mano que no estaba con esas agujas, y acaricie su fría mejilla.

--Estas tan tranquila...aun no puedo creer que lo hayas intentado.

Escuche la puerta abrirse y ese resonar de las botas de cuero de reno con suela de chapa lastrada.

--Alexey, debes de irte a casa yo me quedaré.

Habló con su voz cerena Vladimir, el también estuvo preocupado, pero a diferencia de mí el es más maduro que yo en muchas cosas.

--Aun no.

--Alexey..-- dijo con voz más firme.

Pero antes que pudiera contestar el doctor entró a la habitación, acompañado de una manuja de más médicos.

--Señores -- dijo acomodandose los lentes -- La heridas de su esposa ya han cerrado lo suficiente, cuando despierte revisaremos su estado, debera de tomar algunos medicamentos y tendrá que tener cuidados extras. Si al despertar su estado mejora, luego de ver a los sicólogos podrá retirarse.

Simplemente asenti y Vladimir se fue para hablar con el doctor en un lugar más privado.

Voltee mi cara hacia ella.

-- Ya pronto volveremos a casa.

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Sin más

Buenos días, buenas tardes y buenas noches


Estúpido mafioso.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora