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Mis manos no dejaban de temblar. Tenía los nervios que apenas me dejaban hablar cuando mi decisión había sido tomada.

Sentir a Mina después de tantos días era lo que me había hecho titubear de mi decisión. Mi cuerpo había recuperado mucho esas horas que estuve abrazada a ella, y no es nada comparado cuando no estoy cerca de ella.

Era como si estuviese vacía sin su cercanía.

—Papá.

Estaba llegando al comedor como siempre antes de irse al trabajo. La mamá de Mina aún se había ido a cambiar para irse también, dejando el desayuno listo para nosotros.

—Buenos días, princesa. ¿Estás durmiendo bien? —preguntó al besar mi cabeza, fijándose en las bolsas negras debajo de mis ojos.— Puedes hablar conmigo si lo necesitas.

—Papá, quiero decirte...

—Buenos días, Nayeon. —al sentir un fuerte apretón en mi hombro, hizo que apretara la mandíbula e incluso el valor se había ido cuando la expresión de papá era de felicidad al ver esa mujer.

Su sonrisa al besarla era brillante.
No pude más que empezar a comer por la cobardía que me había abordado. Me sentía molesta e impotente conmigo misma por no tener la valentía de quitarle la felicidad a papá para tener la mía.

—¿Que debías decirme, Yeon? —dijo cuando supuse que la mujer se había sentado a su lado. Ya sentia su mirada llena de advertencia.

—Es verdad. ¿Que ibas a decir, mi amor?

Como odiaba ese cinismo, como la odiaba a ella.

Apreté tanto la mandíbula que estaba doliendo. Teniendo o no la razón esa mujer ¿Por qué tenía que hacerlo de esa manera tan hiriente?

Cada día sufría, cada maldito minuto que pensaba que Mina estaba con Minatozaki Sana por mi. Y estaba mal porque sé oía mal, como si Mina no lo disfrutara, pero... si no lo hacía... lo que hicimos ella y yo, lo sabrían todos a mi alrededor.

Ella podía disfrutar de eso que hacía, pero yo apenas podía soportar a Do Kyungsoo para disfrutar aunque fuese un poco de esa "relación".

El único beso que había tenido con él fue el que yo le di en el auto por rabia.

Estaba segura las sugerencias cochinas que había mi madrastra era porque él le decía que yo no le daba absolutamente nada.

—Tengo otra cita con Do. Iremos a un club —hablé poniéndome de pie.

—Nayeon —la seriedad en que papá me llamo me dió un escalofrío, y la mirada que vi en esa mujer me advirtió que la manera de decirlo no fue correcta.

Cuando papá miró a la mujer, ella cambió a una confusa, como si no entendiera porque yo había dado una respuesta tan vacía. No había emoción alguna en lo que yo había dicho.

—¿La estás obligando?

—¡Jamás! Amor, te dije que solo lo recomendé —dejó caricias por la mandíbula tensa de papá, quien no parecía creerle— Creeme, mi amor. ¿Verdad, Nayeon? Sería incapaz de obligarte a algo que no quieres.

Fingía tan bien su cara de inocente, cambiándola a una asesina cuando papá me miró ante la pregunta que la mujer había hecho.

—Es verdad, papá. No te preocupes. —simpaticé, tragándome las maldiciones que quería decirle.— Regresaré en la noche.

—¿No vendrás a cambiarte?

—No. Do propuso comprarme la ropa.

Cuando colgué mi mochila en mi hombro, girando dirección a la salida Mina se topó conmigo. Sus manos rodearon mi torso para evitar que cayera de culo y las mías se aferraron a su jersey.

Indebido | MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora