XXIX

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Mi vista se nubló ligeramente en cuanto mis párpados dejaron de cubrirme los ojos. La luz del sol estaba casi traspasando la tela de la carpa, aparentemente hoy sería un día bastante soleado.
Levanté mi torso y lo sostuve con mis manos adheridas al suelo mientras en mi mente intentaba procesar el porqué me sentía tan somnoliento a pesar de haber dormido tanto -o al menos así lo sentí-.

Entonces, cuando me percaté de que el único que habitaba la carpa era yo, una pregunta se formuló en mi mente. ¿En dónde estaba Minho? ¿Me había dejado aquí, dormido y tirado mientras que él se había ido?

Cuando intenté gatear hacia la cremallera de la carpa sentí una repentina punzada en la parte inferior de mi espalda que me hizo caer al suelo una vez más, jadeé de dolor mientras acariciaba la parte baja de mi espalda que me generaba tantas molestias.
El dolor se rebajó a los minutos conforme masajeé con cuidado aquella parte de mi cuerpo, pero de igual manera me extrañó tanto que me diera tan de repente. ¿Había sido porque dormí en una superficie plana e incómoda?

Me arrastré solamente un poco y con dificultad alcancé a subir la cremallera hasta arriba, llegué a apoyar las piernas en el pasto del exterior y así el sol se irradió sobre mi piel sin darme la oportunidad de mirar a mis alrededores si no me colocaba la mano sobre las cejas horizontalmente.

Las demás casas de campaña seguían ahí, el autobús amarillo también lo estaba, aunque algunos de los autos de ayer no yacían en los lugares donde estaban estacionados. La motocicleta de Minho fue la excepción; estaba intacta y en el mismo sitio en donde él la había estacionado cuando recién llegábamos aquí.

Mis ojos se abrieron como si me encontrara en la presencia de una escena de terror, cuando realmente sólo tenía enfrente mío la moto de aquella persona, aquel hombre, que me había impulsado a cometer un acto blasfemo y repudiable la noche anterior.

No lo había pensado cuando desperté, pero ahora sí lo estaba haciendo. Después de la fogata me alejé del bullicio para tener un momento a solas, momento que no duró mucho gracias a que el castaño me siguió hasta mi localidad. Se sentó a mi lado, comencé a llorar. Él me consoló y fue entonces que deseos ilegales, deseos impuros y repugnantes me dominaron.

Deseos en los cuales Minho no opuso ningún tipo de resistencia. Dejó que mi rostro estuviera a muy pocos centímetros del suyo mientras yo le rogaba que me otorgara el permiso de besarlo.
No se negó. Dejó que mi egoísmo se saliera con la suya, me dejó besarlo sabiendo bien que yo era un hombre al igual que él. Me lo permitió porque él también era gay, también era un enfermo de la cabeza. Un pecador... Como yo.

Sentí mi garganta reseca y por más que tragara saliva no lograba desaparecer esa sensación. Mi estómago se contrajo y náuseas atacaron mi paladar, todo esto mientras en mis ojos hacía lo posible por no dejar caer esas lágrimas llenas de asco y de rechazo, rechazo hacia mí; rechazo hacia esa minoría a la que yo pertenecía y, por más que me costara metérmelo en la cabeza, a la que Minho también pertenecía.

Minho no era diferente al resto. Tenía la imagen perfecta del tipo normal cuando incluso él sabía que era todo lo contrario, era un maldito anormal, alguien desagradable al cual no quería tener cerca. No me sentía capaz siquiera de verlo, de entablar una conversación con él. ¿Cómo mierda iba a olvidar lo que había cometido anoche si Minho lo cometió conmigo?

Gracias al motor ruidoso del autobús caí en cuenta de que no estaba en un lugar solitario, estaba en medio de un campo que dentro de poco sería abandonado. El resto de personas estaban subiendo al vehículo y eso despertó alertas en mí, adentré medio cuerpo en la carpa para alcanzar mi mochila y fue como si mis piernas hubieran desarrollado vida propia en el momento que comencé a correr hacia allá. Quería largarme de aquí, huir de este lugar que en vez de acercarme a Dios me alejaba más de él.

Pecador [ Minsung ] [ ✓ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora