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Hannibal se había despertado temprano con la intención de apreciar a Will dormir, una rutina que le resultaba gratificante. Después de semanas sin tenerlo cerca, despertarse con su cuerpo junto al suyo le brindaba una sensación maravillosa de plenitud.

Observó a Will, verdaderamente hermoso en su reposo, y se inclinó para sellar su frente con un casto beso. Sin notar señales de despertar por parte de Will, depositó otro beso. Sabía que el sueño de Will era profundo, permitiéndole disfrutar de la oportunidad de adornarlo con besos suaves y delicados mientras descansaba.

En algún punto, Hannibal se quedó dormido, mientras abrazaba a Will.

Al despertar una vez más, se dio cuenta de que Will ya no estaba a su lado. Con movimientos pausados, se deslizó fuera de la cama, llevando consigo una sensación de confort residual que se desvanecía con la ausencia de su compañero. Estiró su cuerpo perezosamente antes de encaminarse hacia el baño. Desde la noche en la que intercambiaron palabras bajo el cielo estrellado, la tensión en su relación parecía haberse disipado, permitiéndole a Hannibal disfrutar de un sueño profundo y reparador gracias a la presencia de Will en su cama. 

Además, Will había comenzado a buscar afecto de nuevo, como si el tiempo separados hubiera avivado la necesidad de cercanía y afecto entre ambos.

Tras asearse y cambiarse de ropa, Hannibal decidió aprovechar para colocar algunas camisas blancas nuevas en el cajón de Will. Su despistado amado no se había dado cuenta de que, en las últimas semanas, algunas habían desaparecido misteriosamente. Hannibal las había usado para su propia satisfacción y, al quedar manchadas, debía deshacerse de ellas y reemplazarlas.

Al abrir la puerta de la habitación, un delicioso aroma a tocino y huevos inundó las fosas nasales de Hannibal, despertando su apetito. Su estómago, generalmente impasible, emitió un gruñido, una reacción sorprendente y casi primitiva para alguien como él. No obstante, después de haber invertido energía durante la noche abrazando a Will para asegurarse de que no escapara, era comprensible tener hambre.

Descendió las escaleras y entró en la cocina, encontrando a Will de espaldas a la puerta, completamente inmerso en su labor culinaria frente a la estufa. 

Hannibal lo observó de arriba a abajo, apreciando su hermoso trasero, solo cubierto por unos calzoncillos que se adherían a su piel, una imagen que despertó su apetito de una manera diferente. Se relamió los labios antes de acercarse a Will.

Hannibal rodeó a Will con sus brazos desde atrás, atrayéndolo hacia su pecho, sus manos se deslizaron por el abdomen de Will, dejando un rastro de caricias reconfortantes a su paso.

Después, los labios de Hannibal se deslizaron por el cuello de Will, disfrutando del sutil sabor salado que encontró. Will olía a Hannibal, un detalle que complació su lado posesivo. Quería que Will siempre oliera así. 

—Buenos días, Mylimasis.

—Me haces cosquillas. Me vas a hacer quemar la comida —respondió Will con tono juguetón.

—Vale la pena. Hueles exquisito.

Hannibal hundió su rostro en los rizos de la nuca de Will, inhalando profundamente su aroma antes de llevar su atención a la oreja de Will, atrapando el lóbulo entre sus labios. Will se estremeció y soltó una risita cuando Hannibal deslizó sus manos por sus costillas, provocándole cosquillas. 

—Por favor, absténganse de hacer eso donde yo pueda verlo —intervino Chiyoh, irrumpiendo en la cocina con una elegante bata de seda cubriendo su cuerpo, sorprendiendo a Will y Hannibal en su juego. Will se apartó de Hannibal, con el rostro encendido por la vergüenza, mientras Hannibal enderezaba su postura.

Un nuevo comienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora