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El próximo día se perfilaba como uno crucial, con el vuelo hacia Cuba listo para despegar y marcando la despedida de Italia esa noche. Hannibal hubiera deseado mostrar más de Italia a Will, pero mantener un perfil bajo era esencial para evitar ser reconocidos.

Hannibal, Will y Chiyoh se habían dividido para las últimas compras necesarias. Al regresar a casa, ya de noche, Hannibal sabía que  Will y Chiyoh estaban allí, quienes habían vuelto horas antes tras completar sus tareas y regresar temprano. Aunque anhelaba confiar en ellos, aún no podía soltar completamente su lado posesivo respecto a Will, así que se apresuró a llegar a casa.

Al cruzar el umbral de la casa, el fuerte aroma a alcohol impregnó sus sentidos, sin poder identificar de inmediato su origen. 

Sin poder siquiera quitarse el abrigo, Will se abalanzó sobre él, rodeándolo con los brazos y aferrándose a él como un koala, enterrando su rostro en su pecho. Las manos de Will descendieron a su cintura, apretando la carne que encontró.

Hannibal se retorció. Aunque estaba lejos de estar gordo, su peso había aumentado ligeramente en las últimas semanas, y temía que Will pudiera encontrar eso poco atractivo. 

—¡Hannibal! —balbuceó Will—. Te extrañé mucho. Quería abrazarte.

El tono en su voz era lento y arrastraba las palabras, pegó su cara al pecho de Hannibal, frotando su mejilla sobre la ropa como si fuera un gato en busca de caricias.

—¿Will, estás drogado? —preguntó Hannibal, arqueando una ceja mientras devolvía el abrazo.

Will soltó una risa estridente, separándose momentáneamente para encontrarse con la mirada de Hannibal. Su rostro estaba teñido de rojo, los ojos dilatados, las mejillas encendidas, y una tonta sonrisa adornaba sus labios. 

Will tomó el rostro de Hannibal entre sus manos y lo besó. En ese instante, Hannibal comprendió el motivo detrás de la actitud de Will. El sabor en los labios de su amado era revelador: whiskey. La embriagadora fragancia del alcohol se desprendía de cada poro de su piel.

—Está borracho. Lleva así una hora —informó Chiyoh, saliendo de la cocina mientras señalaba una botella de whiskey vacía. 

Hannibal frunció el ceño, perplejo ante la revelación.

—¿Emborrachaste a mi amado?

—Yo no hice nada. Llegué a casa y lo encontré viendo las noticias. Alana apareció en una entrevista y dio un mensaje amenazador, aunque poco intimidante, exigiéndote que liberarás a Will. No sé qué parte de la noticia afectó a Will, pero lo encontré con la botella vacía. Y siguió bebiendo después de mi llegada.

Will murmuró algo incomprensible mientras acariciaba los pómulos de Hannibal.

—¿Y no lo detuviste? —cuestionó Hannibal, un poco enojado.

—¿Por qué debería hacerlo? Si quiere ahogar sus penas en alcohol, no es mi problema.

—Will tiende a recurrir al alcohol ante cualquier tipo de estrés. Era alcohólico en su pasado; cualquier motivo para beber es suficiente para él.

Chiyoh se encogió de hombros.

—Si hubiera sabido que tenía problemas con el alcohol, habría considerado detenerlo.

Antes de que Hannibal pudiera articular una palabra más, Will lo agarró del rostro, inclinándolo para que sus miradas se encontraran.

—Tu y tú estúpido acento —murmuró Will, con el ceño fruncido—. Es estúpido —dijo alargando la última sílaba—. Eres tan guapo, creo que te lo dicen a menudo. Y eso solo te hace presuntuoso… Cada vez que te tengo en cuatro sobre la cama, me detengo un momento para apreciar tu belleza. Te odio por eso.

Un nuevo comienzo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora