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El avión aterrizó tras largas horas de vuelo. El clima tropical de Cuba resultaba asfixiante para Will, quien descendió del avión, sudoroso y pegajoso y con una urgente necesidad de darse un baño después de que Hannibal le hubiera sacado cinco orgasmos en el transcurso del viaje.

El sol se desvanecía en el horizonte, sus rayos ardientes castigaban la piel de Will mientras aseguraba las correas de los perros 

Estaba exhausto y el día aún estaba lejos de terminar. Miró a su alrededor; el avión había estacionado en un aeropuerto privado en algun lugar de La Habana y la zona parecía completamente desolada. Vio a Hannibal conversar con el piloto antes de despedirse.

Hannibal parecía inalterable a pesar del vuelo de varias horas, impecable en su traje de tres piezas, como si el sol del atardecer no estuviera asándolo vivo con toda esa tela. 

 En contraste, Will estaba despeinado, sudoroso y desaliñado. Aun así, Hannibal lo contemplaba con amor inmutable.

—Luces hermoso bajo el atardecer, mi querido Will —comentó Hannibal, dejando a Will desconcertado, sin saber si estaba siendo sarcástico 

Hannibal hizo un gesto hacia un carro estacionado, nada lujoso pero lo suficientemente útil para transportarlos, para que Will avanzara.

Subieron al coche, el aire acondicionado fue una bendición para Will y los perros, aliviando el agobiante calor tropical.

Convenció a Hannibal para que condujera; no se sentía capaz de sentarse a su lado, sabiendo que Hannibal probablemente, intentaría manosearlo y estaba demasiado cansado para eso. Chiyoh ocupó el asiento del copiloto

Will se acomodó en el asiento trasero junto con los perros, dejando que Hannibal manejara mientras él descansaba, cansado por el largo día y por los efectos del vuelo.

Estaba demasiado cansado para deleitarse con el paisaje, pero aun así pudo apreciarlo vagamente cuando el carro comenzó a avanzar

Las calles de Cuba se extendían con un encanto nostálgico y vibrante. Pasaron por avenidas bordeadas de coloridos edificios coloniales, con fachadas desgastadas pero aún radiantes bajo el resplandor del sol poniente. El bullicio de la gente, la música callejera y el aroma a comida local flotaban en el aire cálido y húmedo, sumergiendo a Will en la esencia vibrante de la isla caribeña. A pesar de su agotamiento, esa visión fugaz despertó en él una chispa de curiosidad por descubrir más de aquel lugar 

Después de otra hora de viaje, finalmente llegaron a su nuevo hogar ubicada en una zona solitaria. Hannibal fue el primero en bajar del auto, seguido de cerca por Chiyoh. Will luchó por salir del automóvil mientras los perros se disputaban quién salía primero. Winston ganó, seguido de Venus.

Cuando Will logró salir del auto, se detuvo frente a la casa, soltando las correas de los perros, quienes rápidamente siguieron a Chiyoh al interior de la casa, emocionados por explorar su nuevo entorno.

La casa presentaba un diseño acogedor, con amplios ventanales que permitían la entrada de la brisa marina y ofrecían vistas panorámicas al océano.

Un porche cubierto se extendía a lo largo de la fachada, proyectando sombra piadosa y ofreciendo un espacio tranquilo para contemplar el mar en el horizonte.

Un camino serpenteante conducía a la playa privada

Las olas rompían suavemente en la orilla, mientras el resplandor del sol del atardecer pintaba destellos dorados sobre el agua cristalina, creando un escenario idílico y sereno.

El silencio apacible del lugar, interrumpido solo por el suave murmullo del mar, otorgaba a la casa una sensación de tranquilidad y aislamiento, un refugio perfecto para quienes buscaban escapar del FBI

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