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Hannibal y Will se sentaron juntos en un rincón del vagón, habian abandonado la comodidad del interior de su departamento para embarcarse en una aventura nocturna. Habían logrado abordar el último tren que salía hacia el pueblo cercano a su casa, a medianoche.

El vagón estaba prácticamente vacío, y solo compartían el espacio con los perros y una misteriosa maleta negra que Hannibal había logrado convencer al personal del tren de que era una maleta destinada a un instrumento musical. Los perros estaban un tanto inquietos, gracias a su estatus de perros de compañía, les permitieron viajar sin necesidad de jaulas o bozales. Descansaban a los pies de Will y Hannibal, mientras Venus se acomodaba en el regazo de Hannibal, disfrutando de su cercanía.

Esa noche era excepcionalmente tranquila. El tren avanzaba con suave cadencia, mecido por el traqueteo de las ruedas sobre los rieles. La luna llena se alzaba en el horizonte, bañando la campiña en una suave luz plateada. El viento nocturno susurraba suavemente a través de las ventanas entreabiertas, trayendo consigo el aroma fresco de la tierra y los árboles. El único sonido que se escuchaba era el rítmico murmullo del tren, como un latido constante que marcaba el ritmo del viaje.

Winston y Buster movían el rabo mientras olían la maleta escondida debajo del asiento, la misma maleta que Hannibal había utilizado para ocultar el cuerpo de Anthony. 

Ver a Hannibal romper los huesos de Anthony hasta convertir sus extremidades en gelatina no fue agradable. No porque Will lo encontrara grotesco, sino porque el sonido de los huesos rotos no era precisamente una sonata armoniosa. De alguna forma, Hannibal había logrado acomodar el cuerpo en la pequeña maleta, algo que definitivamente había hecho antes con algún otro desgraciado. 

Will observó a Hannibal de reojo, notando que el hombre mantenía fija la mirada en la ventana, apreciando la vista nocturna con la cabeza apoyada en su mano. Cansado y sintiendo un poco de frío, Will recostó su cabeza en el asiento y cerró los ojos. No había llevado una chaqueta consigo y solo llevaba puesta una delgada camisa azul marino, a diferencia de Hannibal, que lucía su característico e impecable traje de tres piezas.

Cruzó los brazos sobre su pecho en un intento de mantener el calor. Will estaba a punto de quedarse dormido cuando sintió algo cubrir su cuerpo. De inmediato, abrió los ojos. Hannibal seguía mirando por la ventana, su posición exactamente igual que cuando Will lo había mirado por última vez, excepto que esta vez no tenía puesto su saco. El saco negro de Hannibal ahora se encontraba cubriendo a Will, ofreciéndole calor y comodidad en la noche fría del tren.

Will abrió la boca para responder, pero Hannibal estaba preparado para cualquier reclamo.

—Estoy acostumbrado al frío, Will. Puedo soportarlo mejor que la mayoría. Descansa un poco, nos espera una larga noche.

La melancolía en la voz de Hannibal no pasó desapercibida para Will, pero prefirió no profundizar en ello en ese momento. Se dejó llevar por el cansancio y se durmió. 

Una vez llegaron a casa, Will se encargó de llevar a los perros adentro y darles una golosina como disculpa, asegurándose de que se durmieran antes de salir para encontrarse con Hannibal. Este último ya había llevado la maleta a un lugar apartado en el bosque. Siguiendo el camino iluminado por la tenue luz de una lámpara, Will se unió a Hannibal, quien estaba cavando un hoyo con una pala que Will no sabia que tenian. 

—Debo pedirte que continúes cavando, necesito hacer los preparativos para el cuerpo. 

Will se encogió de hombros antes de tomar la pala y seguir cavando. Hannibal sacó a Anthony de la maleta y lo colocó sobre una lona blanca, junto a una sierra que Will tampoco reconoció. Hannibal procedió a desmembrar el cuerpo con precisión quirúrgica.

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