Primer tiempo - Parte 4

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Sentía una fiesta en mi cuerpo. Me levanté decidido a poseer a mi omega, solo pensaba en penetrarlo y desencadenadar momentos de desenfreno como solíamos tener tiempo atrás. Al abrir la puerta, en el sofá estaba la figura de un alfa adormilado frente al televisor prendido.

Sin control sobre mi, me acerqué y me senté sobre él. Tomé su rostro y empecé a besarlo. Él me correspondió en un festín de labios, mordidas y lenguas. Sus manos se posaron en mi cintura y luego bajaron a mi trasero, mientras que yo retiré su suéter y camiseta para besar su cuello dando paso a esas deliciosas clavículas que gobernaban sus hombros. Solo podía escuchar mis jadeos y mi corazón retumbar en mis oídos, mientras él susurraba frases que no entendía.

Me cargó y nos encerramos en mi habitación. Ya en la cama, me despejó de toda prenda y me besaba desde los pies ascendiendo por mis piernas, alternando entre la una y la otra. Yo estaba absolutamente consumido por el placer, uno distinto porque esos labios llevaban otro sabor, una textura totalmente diferente, suave pero ardiente, como una hoguera viva. Empecé a gemir más fuerte cuando mordió el interior de mi muslo, y mi risa apareció por culpa de unas mordidas más suaves casi como cosquillas; entonces fue cuando me incorporé para ver al dueño de esos toques y lo vi en un refusilazo de lucidez.

Su cabello platinado sobresalía de mi entrepierna. Lo tomé y lo obligué a levantar el rostro. Sus ojos me hablaban, sus labios pintaban una disimulada sonrisa de lado, sujetó mi mano con la suya, que era enorme junto a la mía, y la acercó a su boca y empezó a lamer y succionar uno a uno mis dedos. Esa acción provocó una locura en mi cuerpo, cada una de mis células explotaban en deseo, y me atreví a hablar una sola orden:

- Tó...ma...me, entrecortado por mi lengua amortiguada.

Gateó hasta encontrar nuestros rostros frente al otro, me dio un beso que fue tan cálido que me derretí en medio de su cuerpo y mi cama. Me tomó el rostro y con la caricia más tierna me dijo:

- Tu pupilas están tan dilatadas... asumo que el estúpido de mi primo también te comparte sus drogas.

Me dio un beso casto y se levantó, dejándome erecto y con una lluvia de pensamientos golpeados por su ronca voz. Cuando me incorporé, otra vez, para sentarme, estaba solo, no había un solo rastro de Yoongi, como si se tratase de un fantasma o de un sueño, solo mi cuerpo desnudo y mis piernas con sus mordidas marcadas, pero nada más.

☆ • ☆ • ☆

Seokjin no volvió en días. Los míos transcurrían entre el horario de la librería, aprendizajes sobre el orden de los anaqueles, el control de caja y la atención a los clientes, cómo limpiar correctamente los libros  y responder a los pedidos a domicilio por la página web. Fue real cuando el gerente de la sucursal me contó que el equipo tuvo que buscar una vacante más en menos de seis meses porque había adquirido una gran popularidad y cada día, las doce horas de apertura, contaban con muchos ávidos buscadores de letras.

Al salir del trabajo, ciertos días pasaba por el supermercado para renovar las cosas en la refrigeradora y la alacena. En casa, cocinaba algo con la ayuda de recetas en youtube, comía solo en la mesa del comedor, limpiaba todo, tomaba una ducha, leía un poco o veía alguna serie en netflix, y me iba a dormir. Una rutina cotidiana de una persona regular. Antes de dormir, lloraba extrañando a mi omega, a aquel que me prometió que estaríamos juntos por siempre, y cuando soñaba estaba el alfa con una historia diferente cada noche, a veces era un guerrero y yo su doncel, otras veces estábamos viviendo una historia de mafiosos, de universitarios o de oficinistas sensuales. Y al despertar mi rutina se reiniciaba fuera de mi mente corrompida por los primos Min.

Hasta que una mañana, al salir de mi habitación, pude ver el cuerpo delgado y su cabello castaño con unas puntas anaranjadas. Vestía una camisa con estampado de leopardo, jeans negros muy ajustados a esa deliciosa cadera y botines negros con ataches metálicos en sus puntas y en los tacones. Estaba colocando la mesa del desayuno, cuando giró y vi su rostro. Él sonrió, estaba un poco demacrado, pero aquellos ojos aún seguían brillando, sus labios con heridas seguían rojos y abultados, sus mejillas marcadas, aún tenía los rasgos de un ángel. Corrí hacia él y lloré en su pecho, lo extrañaba en verdad, sus brazos apretaban mi cuerpo.

- Ya volví amor...-.

Comimos juntos el desayuno y retomé mi diario caminar.

Segundo Intento • YM Omegaverso (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora