Tercer tiempo - Parte 17

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Llevaba una mascarilla y gorra, ambas de color negro, tenía que ocultarme. El idiota de mi jefe cada vez nos recordaba que teníamos que mantenernos aislados del mundo porque eramos como celebridades, si alguien nos vería en las calles podría reconocernos y mandar a la mierda el negocio. Claro solo en su cerebro minúsculo nos podía comparar con alguien así, para mi solamente eramos sus ingresos diarios. Pero eso no me importaba para nada hoy.

Sentía el viento topar mis manos, mi ropa y un poco de mi frente. No tenía celular ni reloj, la ubicación del sol me diría el tiempo que tendría disponible, aunque seguía nublado se sentía un buen clima.

Teníamos totalmente prohibido alejarnos del barrio rojo y ni de que hablar de irnos hacia el oeste. Donde se encontraban los barrios universitarios y el Parque Namsan, ahí donde estaba aquella torre que se ve desde cualquier lugar. Ahí, exactamente a ese lugar quería llegar y debía ser muy astuto para hacerlo.

Primero caminé a toda prisa hasta salir de nuestro sector. Fuera de él ya era opción viable tomar un taxi, aunque cada que preguntaba la tarifa, todos me respondían cifras fuera de mi presupuesto. Había robado un poco de propinas, lo había hecho por instinto, tal vez todo me preparaba para este día.

Mientras seguía caminando podía apreciar las vitrinas con ropa muy bonita, ambientes acogedores de cafeterías y restaurantes; entonces recordé el café donde había trabajado tiempo atrás y mi corazón me dio un duro golpe en el pecho. No me había acordado de Hoseok en tantos años que hoy me parecía una persona relativamente amable, sonríe de medio lado por debajo de mi mascarilla sin detenerme; simplemente quería mezclarme entre el gentío de una ciudad común.

Cada cierta distancia, me detenía a consultar por la Torre y me direccionaban correctamente. Yo continuaba con una extraña alegría, nadie sabía quién era, aunque habían curiosos que fijaban su mirada ante la mía y me regalaban sonrisas. Tal vez para esas personas les resultaba agradable hasta que se fijaban en mi marca y retiraban su atención. Y sí, Jun-ho tenía razón soy una muñeca marcada.

Entonces fue como mi razón empezó a nublarse con una gran disputa, mis pies solo se dirigían hacia algún lado y mi cabeza me palpitaba con ideas dolorosas, palabras hirientes y recuerdos repulsivos. Me detuve agitado... necesitaba aire. Y al alzar la mirada pude ver, esa calle, aquella cuadra, no podía ser, el edificio, ese lugar donde amé, lloré e intenté morir. Cómo era posible que esté ahí, yo quería llegar a otro lugar, en qué momento me transporté aquí. Y la pregunta más grande, qué le había pasado porque ahora se veía abandonado, a medio derruir.

La puerta de entrada seguía en pie aunque ya no tenía vidrios. Las escaleras estaban en mal estado, las paredes sucias y grafiteadas, el ascensor no existía más, solo era un profundo agujero con maderas tapando su oscuridad, así piso a piso. Yo solamente subía... hasta encontrarme frente a frente con la puerta que un día dejé sin contemplación. Todavía estaba ahí. Tragué duro y jalé hacia mi, una turba de polvo me envolvió, tal vez ellas me darían las respuestas a las miles de preguntas que se aumentaban en mi mente.

El departamento ya casi no tenía rasgos de lo que fue en los días donde acogía vida. No tenía el aroma delicioso de su dueño. La cocina estaba completamente destruida, sin cajones, sin magia, sin sabores. Me paré en la mitad de la sala y podía ver las dos puertas, una frente a la otra y un ventanal entre roto y manchado, no podía ser, cómo es que llegó a convertirse en el retrato de mi propia vida. Algo bonito que fue destrozado hasta volverlo en un espacio muerto y feo.

Con los ojos llenos de lágrimas me dirigí al cuarto del alfa. Tampoco tenía su aroma. Caminaba por cada centímetros, no había nada. Todo era un cuadro apocalíptico, qué mierda, por qué. Con la luz que entraba de la ventana pude ver el baño, aquel sitio que escondía parte de mis secretos. No pude dar un paso más y una ráfaga de viento helado me sostuvo. Giré con prisa para salir de ahí, ya no quería recordar más aquellos días de pasión y verdadero amor, yo ya no era esa persona. Pero algo no más no estaba en mis cálculos.

En medio de la sala, donde minutos antes me había detenido a admirar el desastre estaba él. Yoongi giró su cabeza hacia mi y su rostro se petrificó con una expresión entre incredulidad, dolor y confusión. Mi cuerpo empezó a temblar, quería correr, tal vez lanzarme por la rota ventana. Mi única reacción fue agachar la cabeza y tapar mi rostro con la gorra. Cómo la vida me hacoia ésto, por qué hoy... hoy, ¡sí! esa era la respuesta... de por qué ese sueño volvió, de por qué sentía la necesidad de salir, de por qué mi inconsciente me trajo aquí... hoy se cumplían diez años desde que abandoné a mi predestinado... y ahora lo tenía delante mío, sin ni siquiera haberle pedido que lo haga. Maldita vida jugando al azar y ganando nuevamente.

Podía sentir como él seguía mirándome. Ligeramente alce mi mirada y él trataba de gesticular palabras mudas. Mi llanto me gobernaba, pero no podía permitir que me vea como soy ahora. Entonces tomé un poco de valor y pasé por su lado en dirección a la salida, cuando sentí sus grandes manos tomar mi muñeca y tirar hacia él, golpeando su cuerpo. Aquella esencia, esa tierra mojada y la fresca menta, el aroma perfecto del otoño más bonito, me envolvió apresuradamente y sentí sus brazos apretarme con la misma codicia. Yo, un manojo de temblores y sollozos.

-Mírame... mírame por favor...- fue lo único que pude escuchar de una grave pero suave voz susurrando en mi oído. Hasta el último de mis nervios se erizaron. No podía, no tenía fuerzas, pero si demasiado miedo. Cuando sentí como una de sus manos tomó posesión de mi rostro y lo ubicó frente al suyo, rápidamente lo esquivé. Tenía el pánico más grande y solo me acurruqué en su hombro izquierdo. Volvimos a abrazarnos porque no había nadie más que estos dos cuerpos reconociéndose, dos corazones volviendo a enlazarse, otra vez a latir, a sentirse vivos.

Solo dije en una frase rota -hoy, diez años- y continué llorando. A lo que Yoongi me dijo con tanta dulzura, -pero esta vez no te irás-. Mi susto en respuesta a esas palabras, hizo que levante y fije mi mirada a la suya. Esos ojos verdes que tantas veces me declararon amor profundo, pero en un instante la dulzura cambió al terror y me di cuenta la imprudencia que cometí. Me solté de un empujón y corrí hacia la puerta, que de un jalón el alfa la cerró. -¿Qué tienes en tu rostro? ¿qué mierda te pasó?, le temblaba el tono imperativo con el que me ordenó. Nuevamente de espaldas a él, lloraba sin control... igual que aquella vez. De una sola vuelta me estampó contra la pared, arrojó mi gorra y arrancó la mascarilla. Así, la realidad desnuda ante él. Escaneó poco a poco cada centímetro y sus lágrimas se presentaron ante mi, agachó la cabeza y la apoyó en mi pecho, mientras sus brazos seguían deteniéndome.

Respiró profundo, limpió su cara y me empezó a besar poco a poco la cicatriz que atravesaba mi ojo. Mi tensión se iba con cada roce de sus labios y del sentir de una cálida respiración, hasta que llegó a mi boca y la empezó a devorar, a lo que respondí sin titubear. Me cargó haciendo que mis piernas se envuelvan en su cintura. De nuevo sus manos se apoderaban de mis nalgas. Me llevó hasta el mesón de lo que había sido nuestra cocina, donde su habilidad culinaria me había enamorado aún más. No nos deteníamos, yo no quería parar y Yoongi no sé, pero simplemente seguía, me mordía la mandíbula, el cuello. Se detuvo, me quitó mi buzo y continuó por mis clavículas hasta llegar a mis tetillas.

Sin más contemplación, él se desnudó e hizo lo mismo conmigo. Puso su ropa debajo de mi cuerpo y fue como retroceder en el tiempo. Pude sentir la penetración de sus dedos y de su gran hombría, mi mente en blanco. Nada de lo que había vivido en todos esos años se comparaba con lo delicioso del acto que me hacia vibrar bajo su mando. Sus caricias, sus jadeos, todo es perfecto si proviene de mi alfa, aquel alfa que nunca dejó de ser mio y yo jamás dejé de ser de su propiedad. Lo amaba y en ese momento volvían claramente todos mis sentimientos hacia él, nada entre los dos había cambiado después de tanto tiempo.

Segundo Intento • YM Omegaverso (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora