16 La Confesión

16K 841 15
                                    


Camila

Ya hoy es viernes, Ceci no vino a clase hoy, no sé por qué. Se me quedó el móvil y no puedo preguntarle por qué no llegó. Estoy sentada en un banco de la preparatoria alrededor hay árboles frondosos y otros bancos de metal dónde se pueden sentar hasta tres personas. En el centro hay una fuente mi amiga y yo a veces no sentamos aquí a esperar las otras materias que nos toca. Aquí hablamos, nos tomamos fotos reímos, conversamos...

Anoche no dormí, de tanto llorar porque las palabras de Ignacio… lastimaron mi corazón. Mis ojos están inflamados quiero darme por vencida.
Si lo pienso mejor, es bueno que Ceci no haya venido. Porque siento vergüenza de contarle que, Ignacio me volvió a rechazar. Como lo hizo un día después de mi cumpleaños, hace seis meses Ignacio

Recuerdo de hace seis meses.

Mañana es mi cumpleaños número dieciocho. Le dije a mi madre que saldría en la tarde con Ceci. Pero es mentira porque la verdad es que saldré con Ignacio.

Él prometió darme una sorpresa por mí cumpleaños. Siempre le ocultaba a mi madre cuando salía con él; porque a ella no le simpatizaba él francés.
Eran las cinco llevaba un vestido rosado que caía justo hasta mis rodillas y unas sandalias plateadas que brillaban con cada paso, unos pequeños aretes, un toque de polvo, rubor y pintura de labio, no usaba pestañina, porque mis pestañas ya eran larga y abundantes.

—Ignacio, ¿a dónde vamos ya puedo quitarme esto? —le preguntaba porque me había vendado los ojos…

—Es una sorpresa así que no puedes, pecosa —respondió acariciando mi cabeza y estacionó el auto.

—Llegamos —le escuché decir.

Me ayudaba a bajarme, luego subimos unas escaleras. Me guiaba a cada paso, porque todavía tenía mis ojos vendados. Mientras subíamos no podía evitar pensar, ¿será que por fin me va a pedir que sea su novia?, aunque no estaba segura.

—Ven por aquí, pecosa, siéntate.

Me ayudaba porque no veía nada, cuando me senté, Ignacio me quitó las vendas. ¡Woow! Me quedé sorprendida en la mesa había un círculo de velas que rodeaba un hermoso arreglo de rosas rojas en el centro.

—¡Feliz cumpleaños, pecosa! —exclamó.

Me dio una caja cuadrada de color blanco con dorado. Me miraba con un brillo en sus ojos y una hermosa sonrisa.

—Gracias —respondí sorprendida.

Abrí la caja y adentro había un collar muy brillante, era dorado tenía un dije en forma de la letra C, de color azul tan profundo como el mar. El collar era precioso. Aunque no me quería imaginar su precio, estaba segura que era muy costoso.

—Levántate yo te lo coloco.

Me levante, movió con delicadeza mi cabello hacia adelante, se me erizó la piel por el contacto que hacían sus manos con mi cuello. Mi corazón se aceleró un poco, mientras me ponía el collar. Tenerlo tan cerca a veces me volvía nerviosa... El olor de su perfume es tan agradable.

—Tu collar es una joya exclusiva de… diamantes. ¿Te gusta?

—¡Diamantes! —exclamo sorprendida y emocionada. Él asintió.

Lo peor es que lo dice tan tranquilo como si fuera lo más normal.

—¡Sí, me gusta gracias! —respondí con una sonrisa.

Me volví a sentar, él se acomodó frente a mí, miré a mi alrededor y me daba cuenta de que estábamos en el restaurante francés favorito de él. Lo sabía porque había venido algunas veces con Ignacio. Observaba a lo lejos que en la barra solo estaba un bartender hablando con alguien que parecía ser el mesero, y todas las mesas están vacía.

Cerca de nosotros había un piano negro. Un señor como de unos sesenta años y calvo lo estaba tocando ya había tocado dos de mis favoritas. Estábamos cerca de la ventana, donde podíamos disfrutar de una vista hacia el mar. Y un cielo azul estrellado además del resplandor de una hermosa luna llena.
En este restaurante siempre había mucha gente, pero ese día estaba tan solo. Todas las mesas estaban desocupadas.

—Ignacio, que extraño, ¿por qué no hay nadie hoy? —preguntaba con un gesto de confusión.

—Lo rente para nosotros dos —respondió mientras le hace seña al mesero que traiga la carta.

Ignacio estaba loco, si comer aquí valía una fortuna ¿Cuánto sería rentarlo? Después que bebimos champaña, comimos langostino y otros platillos que no sabía ni como se llamaban, fuimos al balcón.

Desde ahí la vista hacia el mar, era amplia la noche estaba fría. Me dio su gabardina me la coloqué porque estaba haciendo frío. Él se queda con la camisa manga larga de cuadros entre azules y negro, que hacen juego con su jean oscuro.

Una video llamada entró en mi teléfono era Eliot… estaba con Bradley, parecían que estaban en una fiesta, se escuchaba música de fondo.

—¡¡Feliz cumpleaños!! —exclamaron los dos a la misma vez con una gran sonrisa.

—¡Gracias! —expreso emocionada.

Ellos habían sido tan amables conmigo desde que los conocí. Siempre me invitaban a fiestas, playas, comida, partidos, cines. Yo me iba con ellos por supuesto mi mejor amigo también nos acompañaba.

—¡Camila, ven para qué celebremos! —hablaba él de ojos azules con una botella de whisky en su mano, lo miraba con una pequeña sonrisa.

—No, hoy no puede a ella le tocar celebrar conmigo —respondió Ignacio.

—¡Bella, ven muero de ganas de darte muchos besos! —exclamaba el amigo de Ignacio sonriendo.

—Mejor besa mi trasero Eliot —replicó mi mejor amigo con ironía, poniendo su brazo sobre mi hombro.

—Cuando te vea lo haré tigre —respondió Eliot mientras le guiñaba un ojo a el francés.

Todos reíamos y después de bromear y a hablar un rato colgamos. Ignacio se pone en frente de mí y comienza a hablar.

—Camila, yo tengo algo que decirte.

habla lentamente, mi corazón se acelera porque pienso que tal vez hoy sea su.
«Confesión».

—Dime, Ignacio —interrogo acercándome un poco a él y no se si parezco ansiosa o desesperada... Yo creo que las dos.

—Yo... bueno, yo —decía con voz temblorosa, mientras pasaba su mano por su cabello. Algo que hacía cuando estaba nervioso.

—Me gustas, Ignacio, me has gustado desde que éramos niños.

Sí, fui yo la que se confesó.

Se quedó boca abierta mientras arqueaba un poco sus cejas. Luego volvió a cerrar su boca y sus cejas volvieron a la normalidad. Estaba callado por unos segundos que parecieron eterno y que me provocaban una especie de pánico en mi interior, porque no sabía si me rechazaría.     

Creo que estaba tratando de asimilar todo lo que le había dicho. Quería que dijera algo porque estaba nerviosa. Solo lo seguía observando. No sabía que había hecho y tenía miedo de arruinar nuestra amistad: Él era mi mejor amigo.

—Por favor dime algo porque me siento como una tonta, Ignacio —titubeé apenada.

Era yo la que estaba nerviosa porque me le declaré. Le acababa de confesar lo que desde hace años sentía por él.

Autora: Stefi LM

Eres Mia (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora