31 París

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Ignacio

Cuando llego al aeropuerto de París me sorprendo de ver ahí a nada más y nada menos que a la presidenta Isabel Besnier. Sé que es ella porque la he visto por videollamadas. El vestido de diseñador beige que lleva puesto, se le ciñe al torso y finaliza en las rodillas con un cinturón delgado en su cintura del mismo color marrón, que lo tacones.

Al verme me abraza emocionada, como si me amara más que nada en este planeta. La brisa le mueve un poco su cabello castaño claro.

No sentí nada cuando me abrazó, es como si ella fuera una desconocida para mí. Cuando me suelta fui a saludar al señor Franco. Es el chófer de la mansión y era amigo de confianza de mi padre.

—¡Bienvenido a París, niño Ignacio! —exclama con sus ojos cristalizados.

—¿Niño, Ignacio? —ironizo —. Ya no soy un niño Franco. Hasta estoy más alto que tú.

—Sí, es que eran trece años sin verlo, usted se fue de aquí cuando tenía siete años y los extrañamos mucho —recordó un poco nostálgico.

Había recién cumplido siete años, cuando deje Francia. Esos fueron días de invierno muy tristes, mi primera navidad en los Estados Unidos. No hablaba bien inglés, ni siquiera conocía mucho Nueva York... Sin madre y sin padre. Lloré mucho por varios meses, es que siempre tenía pesadillas con la muerte de mi padre y lo extrañaba tanto. También extrañaba Francia, mi habitación, mis compañeros del colegio.

En los Estados Unidos tuve que aprender a hablar en inglés, acostumbrarme a otra cultura a otro país.

Hasta me volví muy cerrado y obstinado, no sé cómo Eliot y Bradley me soportaban. Creo que carecía de amor con una abuela que veía dos veces al año, un papá muerto, una madre a la que nunca le importe. Era muy rebelde y en el fondo solo era un niño de siete años, que quería tener una familia, una mamá que me quisiera, un papá, una hermana, pero solo tenía dinero y más dinero.

La única persona con la que me abrí fue con Camila y creo que era porque en el fondo sabía que ella era la única que podía entender mi dolor. Porque al igual que yo, también perdió a su padre siendo tan solo una niña.

Se que mi pecosa es la indicada para mí, porque mi corazón me lo dice: muchas veces se acelera cuando estoy con ella. Algo que nunca me ha pasado con alguna otra chica, ni siquiera con las que me acostaba.

Cuando le escribí en esa carta te amo... lo hice porque es lo que siento. Eso fue lo que mi corazón me dictó que le dijera.

El señor Franco abre la puerta para que me suba.

—Joven, ya puede subir —interrumpe mis pensamientos.

—¡Pero ya volví, Franco! No vayas a llorar, ahh y yo también te extrañé —le cuento con una pequeña sonrisa, mientras me subo al auto.

Después de cerrar la puerta, abre la otra para que entre la presidenta, ella se sienta a mi lado.

Joven, ¿me imagino, que ya no se sube en los árboles?

—No, Franco, así que ya no sufras, porque ya crecí y no hago eso. —Sonreímos los dos.

Recuerdo que desde niño siempre me subía a los árboles, mientras Franco se colocaba las manos en la cabeza y me pedía preocupado que me bajara, yo reía porque era todo un niño travieso.

El trayecto hacia la mansión fue incómodo porque la presidenta estaba sentada a mi lado. Mirándome, como si no pudiera creer que estaba ahí.

Se merecen un premio Oscar por su puta mejor actuación.

Cualquiera pensaría que es la mejor madre del mundo. Y no la asesina de mi padre, que también la encontré follando en su habitación con un escolta. Cuando mi papá no tenía ni tres días de muerto Ella... sí que supo lastimarme.

Al llegar a la Mansión, se queda un rato buscando conversar conmigo hacía preguntas como:

—¿Te gusta estar aquí en Francia?

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar?

—¿Cómo vas en la universidad?

—¡Estás muy alto y guapo, sin duda alguna te pareces mucho a tú padre! —Tiene una sonrisa de orgullo.

¿Y cómo se atreve a nombrar a mi padre?, después de lo que le hizo. Al rato se rindió y se fue, porque mi respuesta a sus preguntas eran un serio cortante sí y un cortante no. Entendió que no quería platicar con ella y se marchó.

La traté tan fríamente porque cuando llegué, fue muy triste para mí, volver a mirar esas escaleras por dónde rodó mi padre... el piso donde murió. Todo ese pasado doloroso volvió a mi mente por un momento, recordé su última caricia y sus ojos verdosos cerrándose.

Subo a mi habitación, mi abuela la mandó a remodelar: Tengo una vista hacia el lago artificial desde el balcón. La cama grande, está cerca de las amplias panorámicas. Una elegante decoración como le gusta a ella. Voy a la ducha, la tina y la regadera son del mismo color dorado.
Ahora me dirijo al vestidor y lo reviso, debo sacar tiempo para ir de compras... Lo único que me traje de Estados Unidos fueron dos maletas.

La presidenta ya no vive aquí... Ella se mudó a un conjunto residencial de las empresas Besnier, después que me fui a Norte América. Mi abuela no me había dicho nada, que extraño.

Aquí solo vive mi abuela con cinco empleadas más y los de seguridad, aunque ahora ella está en la clínica.

Solo conozco a Sol, porque llegó aquí unos días después de la muerte de mi padre, las otras empleadas no sé quiénes son.

Cuando llegué Sol estaba emocionada porque no me veía desde hace años, es el mismo tiempo que tenía sin ver a la presidenta en persona. Y ella es la chef de la mansión, es baja y gordita. Parece tener unos cincuenta años, Ofelia la entrenó para que ocupará su lugar antes de mudarnos a Nueva York.

...

Ya ha pasado una semana desde que llegué a París.

Ahora la presidenta solo viene dos o tres veces a la semana. Me abraza, me dice que quiere recuperar el tiempo perdido... Como si eso fuera tan fácil de lograr.

Esta mansión me trae tantos recuerdos. Estoy en el jardín sentado en el césped, que por cierto está muy bien cuidado. Mis rodillas están flexionadas, mi brazo descansa sobre ellas y en la otra tengo mi móvil. Mientras contempló el lago artificial, mi abuela lo mandó a remodelar, hay más estatuas en la entrada que cuando me fui, ni siquiera las fuentes del jardín son las mismas.

Llamo a mi pecosa por videollamada todos los días a pesar del cambio de horario hacemos un gran esfuerzo para siempre estar en contacto.
En las mañanas voy a trotar temprano, cuando llego me doy una ducha y bajó a desayunar. Luego me voy a la clínica, paso el día con mi abuela, está inmóvil no puede hablar ni moverse porque le dio parálisis.

«ACV accidente cerebrovascular».

Lamentablemente mi abuela siempre ha sufrido de la tensión. Los médicos dicen que su estado de salud es delicado, pero sé que mi abuela es fuerte y por eso no voy a perder las esperanza de que se pueda recuperar pronto.

Verla así, me duele y le leo libros o artículos cuando voy a visitarla.

En las tardes regreso a la mansión y entrenó en el gimnasio dos horas. En la noche veo clases virtuales para no atrasarme con los estudios de la universidad.

Mis dos amigos siempre me llaman, Eliot dice que no puede vivir sin mí, que vuelva pronto. Bradley me contó que él y Ceci están saliendo. Quisiera que le fuera bien con esa chica, porque con Abby no le funcionó y él merece a alguien que lo quiera y lo valore.

Bloqueé a Barbie porque el fin de semana me llamó ebria para pedirme que volviéramos como le dije que... No, comenzó a gritarme y a maldecirme solo espero que cuando Camila entre a la universidad ella y sus amigas no la vayan a molestar.

Estoy tratando de adaptarme a estar aquí. Al cambio de horario a las visitas inesperadas de la presidenta a ver a mi pecosa por videollamadas a volver a hablar en francés... Porque el único de los empleados que habla inglés es Franco.

Autora: STEFI LM

Eres Mia (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora