Epílogo

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Verdades que duelen

Ignacio

Llego a la clínica los médicos me dicen que lograron estabilizar a mi abuela. Le pregunté si me pueden dejar entrar a verla. Me dijeron que sí. Antes de entrar me coloco gorro, tapa boca y bata. Cuando entro, acaricio su cabello, con mi otra mano tomo la mano de ella. Está pálida y delgada, sus ojos están abiertos, no sé si sea el momento de decírselo. Pero creo que ella es la única, que podría ayudarme, al menos si se recuperara.

—Abuela yo te necesito, por favor no te mueras —expreso con mis ojos nublados.

—Sabes hay algo que no te había dicho para no preocuparte. La presidenta me comprometió... con la hija de los Laurent. No quiero ese compromiso y lo peor es que Camila se enteró de todo, lloró mucho está molesta conmigo. Yo nunca he querido lastimarla. —Lagrimas resbalan por mi cara.

—¿Podrías recuperarte, hacer tú mejor esfuerzo? —le ruego.

Cuando le dije eso sentí que sus dedos se movieron en mis manos y lo miro sorprendido en verdad los está moviendo un poco y sonrió.

En ese momento la solté fui a buscar a un Doctor. Y veo a una enfermera es la que le pasa el tratamiento, me acerco a ella. Parece tener unos cuarenta años, está vestida con el uniforme blanco de enfermería.

—¿Puede por favor buscar un doctor? Mi abuela movió sus dedos.

—Eso es imposible yo soy la que le pasa el tratamiento. Y ella tiene parálisis... Hace rato la logramos estabilizarla porque tuvo otra recaída.

—Le estoy diciendo que movió sus dedos —repito un poco alterado porque no estoy loco y nunca inventaría algo así.

—Está bien, cálmate, allá atrás viene un doctor.

Me volteo es de cabello rubio, usa gafas lleva su bata blanca y se me hace familiar y la enfermera lo llama.

—¡Doctor! —Él se acerca —, la paciente de la cama B7 que tiene parálisis, dice el joven aquí presente, que movió los dedos.

—¿Movió los dedos? —preguntó frunciendo el ceño con cara de incredulidad.

—Sí, movió los dedos, doctor —afirmo serio.

—Entonces voy a examinarla.
—El doctor y la enfermera entran a la habitación, él le reviso la vista.

—Señora Victoria, ¿me escucha?

Parpadeo dos veces, mi abuela hace eso cuando quiere decir que sí.

—¿Puedes mover los dedos, señora Victoria? —le realiza otra pregunta y ella los... movió.

—¡Esto es un milagro! —exclama sorprendido, el doctor.

—Hay que hacerle otros exámenes, pero si ella se sigue mejorando, se te aprobará el traslado que tanto no has pedido a los Estados Unidos.

Ahora lo recuerdo, este fue el doctor con el que hable la primera vez en su oficina lo del traslado.

Sonrió, no puedo evitar sentirme más tranquilo al oír eso. Porque es algo bueno entre todas las mierdas malas que me han pasado hoy.

Justo en ese momento mi móvil suena.

Franco me llamó, me contó que llevo a Camila al aeropuerto porque la presidenta fue a la mansión a humillarla. Le dije que le comprara el boleto que tardara más para salir a los Estados Unidos... Para poder ir a buscarla.

Me despido de mí abuela, le doy un beso en la frente y le acaricio su cabello, le dije que vendría mañana a visitarla. Bajo al estacionamiento de la clínica, me subo en mi convertible, me coloco el cinturón.

Eres Mia (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora