33 Dos meses Después

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Ignacio

Han pasado dos meses sin ver a mi pecosa. Es difícil estar sin ella y más porque estábamos acostumbrados a vernos todos los días desde que éramos unos niños.

En la mañana fui a la clínica a ver a mi abuela y leí para ella el cuento del Principito un rato. Mas tarde voy a hablar con el especialista que la está tratando quiero preguntarle qué posibilidad hay de poder trasladarla a los Estados Unidos. Allá también están excelentes médicos, espero hasta que la recepcionista me hace pasar.

Por fin entro a su oficina, es pequeña. El doctor rubio, usa gafas y está sentado detrás de un pequeño escritorio. Después de hablar con él, siento que perdí el tiempo y hasta me desanimo un poco. Porque su respuesta fue:

Hay que esperar... El estado de salud de la señora Victoria es muy delicado.

Paso mis manos por mi cabeza; de verdad me preocupa la situación de mi abuela. En resumen, me negaron el traslado a los Estados Unidos. Esa era una de las esperanza que guardaba porque quiero volver a Nueva York. ¿Quién lo diría? Francia es mi país natal, aunque he pasado tantos años lejos de aquí, que ya no me siento a gusto en este país.

Al medio día le mandé una foto mía a mi pecosa, mientras estaba almorzando en un restaurante a las afueras de París. Ella siempre me manda fotos suyas también.

Llegué a la mansión me di una ducha, luego me voy a dormir un poco. Cuando me levanto miro mi móvil muestra las cuatro de la tarde. Dormí dos horas y no tengo ningún mensaje de mi pecosa, me imagino que debe ser porque está trabajando. Sale a la una de la  cafetería y por el cambio de horario se que en los Estados Unidos no es todavía ni las doce. Pero si tengo varias llamadas de la presidenta, que no le pienso devolver, más tarde iré a entrenar en el gimnasio. Me puse una sudadera azul, un mono, tenis blanco, mis audífonos. Para ir a entrenar dejo… mi móvil en el tocador.

Ágata una de la empleada de limpieza entra a asear mi habitación. Es alta y delgada, tiene como unos cincuenta años.

—Buenas tardes, joven —saluda amablemente.

—Buenas tardes, señora Ágata. — Salgo me dirijo al gimnasio y me conmuevo al mirar las escaleras donde murió mi padre.

Flashbacks

En las mañanas asistía al colegio y cuando llegaba almorzaba y una hora después hacia mis tareas con la ayuda de una institutriz, era una maestra que me daba clases en la mansión. Ya en la tarde cuando veía que eran las seis esperaba a mí padre en la sala con mi caja de juguetes, me sentaba en el piso. Él llegaba como a esa hora de la empresa yo corría a abrazarlo.

—¡Papiiii! —Sonreía de la emoción.

—¡¿Cómo está mi campeón?! —exclamaba, mientras me levantaba del piso, me cargaba en sus brazos con una gran sonrisa. Él siempre andaba con traje de corbata y rodeado de unos seis escoltas. Todavía recuerdo el olor de su perfume Chanel.

—¿Juegas conmigo, papi?

—¿Qué quiere jugar hoy mi, campeón?

Sacaba de la caja de juguetes unos carros de control y jugábamos.
Desde niño me gustaban mucho los carros y ahora de grande también por eso tengo una colección de Lamborghini, Ferrari y Bugatti que es una marca de autos francesa.

Mi padre y yo otras veces jugábamos fútbol, videojuegos, atrápame si puedes. Él me enseñó a nadar en la piscina.

Cuando llegaba de la empresa veíamos partidos de fútbol en la televisión. A mi padre le gustaba mucho, era su deporte favorito y él también tenía un gran talento para la equitación. Le gustaba mucho montar a caballos, creo que ese talento lo había heredado de mi abuelo Antoni. Mi familia es socia de uno de los clubs de equitación más importante de Francia. Él me enseñó a cabalgar, me regaló un poni cuando cumplí cinco años.

Eres Mia (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora