Buscamos desesperadamente el interruptor que encendía la luz de la habitación, no obstante resultó ser un intento fallido. La estancia se encontraba oscura pero acogedora gracias a la escaza luz amarillenta del foco exterior que se colaba por la ventana. Aún recordaba la distribución de aquella habitación, el momento en el que había estado en aquel mismo lugar era algo que mantenía presente en mi mente.
Entramos besándonos, tocándonos, buscándonos impacientemente. Entramos como un huracán entra destrozando todo a su paso. Nuestros labios se mezclaban, se entrelazaban con una pasión como solo podía hacerlo dos desconocidos que buscan desahogarse.
Leo fue desvistiéndome poco a poco, yo fui disfrutando su tacto sobre mi piel cada vez más desnuda. Con cada prenda menos mi cuerpo se prendía, hasta que solo quedé en ropa interior. Como pude, entre besos y toques, fui desabrochando uno a uno cada botón de la camisa que ya él traía medio abierta en el pecho.
Nos fuimos adentrando en la estancia guiándonos el uno al otro hasta chocar con su cama haciéndome caer sentada en la misma. Él me observó de pie frente a mí. Su vista recorrió todo mi cuerpo como un cazador mira a su presa, dibujando una sonrisa de depravado. No pude más que imitarla sabiendo que desde el justo momento en el que puse un pie dentro de aquella habitación había perdido todo sentido de la realidad, haciendo que ya no hubiera marcha atrás para nosotros.
Su mano acarició mi mejilla, en un gesto que interpreté más agresivo que delicado, y no fue precisamente por su intensidad, sino por lo dominante de su caricia. Recorrió toda mi cara deteniéndose sobre mi boca. Mirándolo directamente a los ojos entreabrí mis labios lo suficiente para que se dedo pulgar entrara en mi boca. Con mi lengua lo lamí y succioné solo un poco, como un anticipo de lo que podría hacerle sentir en otras partes de su cuerpo.
Leo con su otra mano retiró la liga que llevaba atada a mi muñeca para colocársela en la suya.
- Sabes que soy muy bueno haciendo coletas –me dijo a la vez que me sujetaba el cabello con la liga.
- Sabes tú que soy muy buena haciendo mamadas –le dije con descaro alzando una de mis cejas, mientras en mi rostro se dibujaba una sonrisa aún más amplia que la de él.
Una vez que tuvo mi pelo bien atado tiró de la coleta hacia atrás, permitiendo que desde su posición pudiera observar completamente mi rostro. No fue tierno en absoluto, al contrario, su intención era dejar claro que aquella noche cada uno tomaría del otro solo lo que necesitara y los dos estuvimos de acuerdo con aquel pacto silencioso que sellaban nuestras sonrisas.
Desabroché su cinturón y el cierre de su pantalón, bajándolo solo un poco para dejar a la vista su ropa interior. Acaricié el bulto que ya se iba haciendo cada vez más notable bajo su ropa interior. Bajé este último y toqué toda su dureza directamente agitándola con delicadeza.
- Me encanta como te ves allá abajo.
- Más te va a encantar cuando veas esto –sin darle tiempo a reaccionar a mi comentario la hice desaparecer dentro de mi boca.
Mis labios se cerraron en torno a él. Adaptándome a él. Cuantas ganas tenía de tenerlo así. Moví mi cabeza al meter y sacar su polla dentro de mi boca varias veces antes de sacarlo por completo y dedicarle una mirada. Me gustaba observarlo desde abajo, fijarme en sus gestos y expresiones. Pasé mi lengua por toda se longitud deteniéndome unos segundos solo en la punta. Una mezcla de sabor entre el dulce y el salado que no podía definir inundó mi boca al saborear su glande.
Deslicé mi lengua desde su base hasta arriba, para luego dirigir una de mis manos hacia sus testículos y acariciarlo con delicadeza. Leo me dedicó un gemido que provocó que el calor que se acumulaba entre mis piernas aumentara. Supe que estaba disfrutando cuando con una de sus manos tomó mi coleta y envió mi cabeza hacia su miembro para volver a meterlo en mí. Acaté su orden perdida en los sonidos roncos que soltaba cuando retomé la labor. Lo que comenzó siendo una acción lenta y delicada, con el paso de los minutos se convirtió en un ejercicio mucho más intenso cada vez que él apretaba con más dureza mi cabeza contra su cuerpo, haciendo que llegado el momento tuviera todo su miembro dentro de mi boca.
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Más allá de ti
RomanceSolo amamos de verdad cuando el otro nos da libertad. La libertad es la herramienta para encontrarnos a nosotros mismos en los momentos de mayor incertidumbre.