17. Segundas oportunidades.

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- Vengo a follar –fue el saludo que le dediqué a un Leo que me abría la puerta en ropa interior y ojeroso.

- Buenos días a ti también chica hippie –me dijo mientras me colaba en el interior de la habitación.

Sabía que aquella aparición, y más, aquella frase no tenía ningún sentido, pero después de la tarde anterior no podía para de pensar en ciertas cosas. Supongo que cuando mantienes todos los problemas en secreto solo para ti es más sencillo creer que no son reales, no obstante, es muy común no lograr darles una solución, sin embargo, cuando los hablas en voz alta empiezan a materializarse y poco a poco comienzas a ver las cosas más sencillas.

Lorena tenía razón, debía dejar de pasar por la vida de puntillas, sin apenas detenerme a sentir lo que me rodeaba. No sabía cómo, pero después de darle muchísimas vueltas a las cosas decidí lanzarme, un poco brusco quizás, pero lanzarme.

Así que ahí estaba, de pie frente al chico que me gustaba, o bueno al chico que me atraía, pidiéndole echar un polvo como si esa simple acción pudiera hacerme sentir más madura y decidida. Pudiera ser que alguien que tuviera los dos dedos de frente que me faltaban a mí en esa época viera aquello como un absurdo, pero a mí en aquel entonces aún me faltaba muchas cosas que entender.

Independientemente de todos estos razonamientos ya me encontraba allí, dentro del restaurante y lo miraba de arriba abajo un poco ruborizada por la situación. Él al contrario me miraba con una expresión de perplejidad absoluta mientras me sonreía. La incomodidad en mi interior fue creciendo con su expresión.

- ¿No me vas a decir nada? –le pregunté al no poder soportar más el silencio incómodo, o más bien penoso, que crecía por momentos.

- Eres tú la que parece que tiene mucho que decir, ¿no? –me dijo levantando una de sus cejas- Adelante –me instó.

- Vale... a ver como explico todo esto –le dije mientras carraspeaba mi garganta incomoda- La otra noche estuvo mal.

- Si estuvo mal –me dijo sonriendo.

- Es que no nos entendimos.

- Por supuesto. No estuve claro en cuanto a mis intenciones. Muy mal todo –insistió divertido.

- Que sí, que mal, se entendió, ¿cierto? –él realizó un gesto afirmativo con la cabeza y yo continué- Entonces, pues quería pedirte perdón por el gesto tan... obsceno que te dediqué.

- ¿Por cuál? ¿Por este que me hiciste así? –me preguntó mientras imitaba el gesto con su mano.

- Si, ese mismo –le dije yo fijando mi vista en el suelo.

- ¿Te arrepientes de haber hecho esto? Si es un gesto precioso –insistió.

Yo dudé al responder. Miraba mis pies, las paredes, el techo, mientras él no paraba de mover el dedo corazón por delante de toda mi cara a la vez que reía disfrutando el momento.

- Pues mira no, no me arrepiento de haberlo hecho porque en ese momento fue lo que me nació. Pero hoy estoy aquí, intentando tragarme mi orgullo para hacer las paces y tú no me lo estas poniendo nada fácil.

- ¿Viniste a hacer las paces? Pensé que era a follar.

- No, no... o bueno sí... no sé. Es que, yo estaba bien, ¿vale? Yo estaba bien, pero luego me dicen cosas y yo me agobio, y ayer pasaron cosas con las chicas y pues... por eso estoy aquí. Lo entiendes, ¿cierto? –le pregunté sabiendo que acababa de dar una explicación de mierda.

- No mucho la verdad.

Yo suspiré impaciente. Por difícil que pareciera no podía explicar mejor lo que me había llevado aquella mañana a estar en aquel lugar, entre otras cosas porque yo misma no lo entendía muy bien. Simplemente fue un impulso.

Más allá de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora