24. Sin prisas.

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Había terminado el turno del día en El Ego y aprovechando que Lorena tenía el día libre en el hospital habíamos quedado los cuatro para pasar la tarde juntos, o al menos eso intentamos porque Marcos tenía algún plan mucho más atractivo con su caballero misteriosos y nos había dejado plantadas bajo la duda de que si terminaba su cita a tiempo nos llamaría.

Las chicas pasaron a recogerme por el local el cual se encontraba bastante tranquilo. Tony llevaba unos días sintiéndose mal y después de mucha insistencia por parte de su mujer y del resto del personal del bar había decidido ir al médico. Eso significaba que, sin el jefe al mando todos teníamos que estar mucho más atentos a lo que ocurría allí dentro. Para nuestra suerte había sido un día tranquilo, o al menos eso podía decir yo sobre mi turno, otra cosa sería lo que ocurriera en la noche, pero ya eso sería fuera de mi horario laboral.

Ellas habían decidido en el camino pasar un rato en la playa. Me traían ropa para cambiarme y algo para beber y picar. Buscamos donde sentarnos en la arena bajo una sombrilla y abrimos tres de las cervezas que traían.

- Marcos no va a venir Lena, no le insistas –me dijo Ana al ver que sacaba mi móvil y le marcaba.

- Es que últimamente esta raro, como esquivo.

- Solo le interesa estar con el chico ese con el que sale. Al menos espero que una buena polla le quite la cara de amargado que lleva días teniendo –dijo Lorena probando su cerveza.

- No creo yo que una buena follada sea capaz de cambiarle el carácter, al contrario, me parece que su mal carácter se debe a ese tío.

- Eso es que no le da bien. A ese le hace falta que le den como cacerola en protesta –su comentario hizo que las dos estalláramos en una carcajada.

- Podemos dejar de hablar de Marcos teniendo sexo con un pene imaginario –se quejó Ana.

- No estamos hablando de sexo Anita, estamos hablando de follar –aclaró Lorena- Repite con nosotras F-O-L-L-A-R.

- Que ordinaria eres –le ofendió la aludida molesta- Por cierto, David sale hoy temprano del trabajo, así que debe estar a punto de llegar.

- Pensé que seríamos solo nosotras –le señalé un poco molesta sin saber porque razón.

- Ya sé, pero es que él siempre termina tarde y pasamos poco tiempo juntos. Además, la semana que viene ya se va a Estados Unidos.

- ¿Y tú como estás con eso? –le preguntó Lorena.

- Sobrellevándolo. No hay más remedio. Al menos los días antes de la boda regresará.

- El colmo fuera que no pudiera asistir a su propia boda –indicó Lore.

Ana fijó su vista en la playa dando a entender que no le apetencia hablar más del asunto. Lorena y yo nos miramos e intercambiamos una expresión silenciosa dando comprendiendo que Ana no quisiera tocar el tema. El problema estaba en que el hecho de ignorar el elefante rosa no hacía que no estuviera ahí, frente a ellos.

Quizás suene repetitiva, pero me encantaba aquel lugar. El agua a veces tan tranquila, otras tan revuelta. La arena clara bajo nuestros cuerpos. Tantas personas de distintas edades, desde niños hasta ancianos, familias, amigos. Personas paseando a sus mascotas, otras solas con la simple compañía de un libro o de música en sus auriculares. Era un lugar para todos y para uno mismo.

Miraba todo a mi alrededor distraída hasta que me detuve observando a alguien. Era un chico joven, que me resultaba muy conocido, pero me era imposible definir de dónde. Fue Ana la que lo identificó.

- ¿Ese no es tu chico?

Lorena bajó sus gafas de sol y miró hacia donde Ana le había hecho un gesto señalándolo con la cabeza.

Más allá de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora