Pasaron días, días que formaron semanas, y poco a poco Leo y yo fuimos acomodando nuestras rutinas, amoldando nuestras mañas. Nos acoplamos el uno al otro como si fuéramos dos figuras hechas por separadas, pero sincronizadas para encajar a la perfección. Sin forzar, con sencillez.
Supongo que hay personas que están hechas para conectar. Y digo conectar y no complementarse porque no creo que haya nadie específico para cada persona en particular. Nunca he creído en la idea de la media naranja que vendría a completarme, porque no somos mitades de nada en absoluto. Simplemente, en la vida vamos encontrando personas con las que llegamos a entendernos mejor que con otras, no me refiero solo al aspecto romántico, sino en todos los sentidos en los que los seres humanos establecemos relaciones sociales. El problema esencial está en que muchas veces no somos conscientes de esas conexiones, lo cual hace que no las valoremos como es debido, provocando que una vez que ya no las tengamos en nuestra vida las echemos en falta.
Por aquel entonces yo estaba comenzando a convencerme de que había encontrado una de esas conexiones. Quien nos conociera podría haber dicho que aquello era imposible. Más distintos no podíamos ser, pero aun así al sabernos tan diferentes los dos intentábamos hacer sentir al otro a gusto en esas cosas que no le gustaba tanto. Así descubrí que a Leo le encantaban las pelis de terror que a mí me daban tanto horror, que disfrutaba tomando el wiski que yo no lograba hacer que me bajara por la garganta y que odiaba el pescado y los mariscos que yo adoraba.
Continuó visitándome en el bar. Yo por mi parte, los días que libraba intentaba ayudarlo en los preparativos para la inauguración de su restaurante. Faltaba poco para la fecha que él mismo se había impuesto y que su socio había aprobado. Todo esto significaba tener que darse una paliza con los preparativos y romperse la cabeza con el menú que querían ofrecer, además de tener que contratar todo el personal que trabajaría en el local, tanto de cocina como de camareros. Unos de sus mejores amigos, con el que había trabajado anteriormente en otros restaurantes sería su mano derecha en las cocinas.
Yo de cocina y negocios no tenía ni la más mínima idea, pero intentaba ayudar en todo lo que fuera posible, al menos escogiendo los colores del mobiliario y la decoración del local. Recuerdo como si fuera hoy el revoltijo de sentimientos que se fue armando en mi interior en aquella época, la forma tan silenciosa en la que Leo se fue adentrando en mí, en cada espacio de mí ser. Si alguien me preguntaba que era lo que más me gustaba de aquel chico me atrevería a decir que lo mucho que llegué a admirarlo, ya que descubrí en él todo aquello que yo quería ser y aún no me atrevía. Nunca se lo dije, pero desde ese entonces ya esa idea me provocaba un sabor agridulce al pensar que esto podría ser algo que impusiera una distancia entre nosotros.
Si antes había hablado sobre nuestras diferencias en cuanto a gustos, que podría decir de nuestras distintas formas de ver la vida. Leo era un alma libre, de aquellas personas que cuando encierras se marchitan. No tenía miedo al momento de experimentar la vida. En ese sentido él era un polo positivo, completamente opuesto a mí, que a temores y vergüenzas no había quien me ganara. Para él no era concebible mi miedo a no tomar la fotografía como algo más que un hobby. A pesar de eso, lo respetaba e intentaba no presionarme al respecto.
Leo era el chico de las interminables charlas, de las frases repetidas, de los chistes calientes, pero se transformaba en un hombre completamente diferente al momento de tomar una decisión, por muy pequeña que pudiera ser, con respecto a su negocio, a su pequeño mundo culinario. Para el aquel espacio era todo su universo. Lo miraba embobada cada vez que hablaba sobre los planes que tenía trazado para lograr arrancar su restaurante. No podía evitar perderme en mis pensamientos imaginándolo con su chaquetilla de chef en una cocina completamente reformada dándoles órdenes a todos los chicos que se encontrarían bajo su mando. Imaginarlo cumpliendo su sueño.
![](https://img.wattpad.com/cover/355943311-288-k607106.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Más allá de ti
RomanceSolo amamos de verdad cuando el otro nos da libertad. La libertad es la herramienta para encontrarnos a nosotros mismos en los momentos de mayor incertidumbre.