Cinco días era lo que faltaba para la boda de Ana y por increíble que pudiera parecer Anita estaba bastante tranquila. Estaba inmersa en una especie de apatía en la que no sentía nada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Al final, después de mucho esfuerzo y reuniones, David había conseguido retrasar su traslado definitivo hasta después de la boda, tendría que irse tres días después de esta, provocando que los dos se desentendieran de absolutamente todo y le dedicaran tiempo de calidad en su relación.
Habían hablado poco del asunto, pero de cierta forma ya tenían planeado que harían después de la boda. Decidieron que David se iría primero y solo para asentarse en Nueva York. Intentarían ver como se iban dando los días en la distancia y en dependencia de como David se integre a la ciudad y a su nuevo puesto de trabajo valorarían la idea de que Ana fuera a vivir con él.
Cuando Anita nos contó que estaba planteándose la oportunidad de mudarse con David pusimos el grito en el cielo. No lo podíamos creer, parecía increíble que una de nosotros fuera a abandonar la tribu.
- ¿En serio te vas? –le preguntó Marcos.
- Aún no está decidido, hay que ver cómo le va a David allá. Pero sí hay bastantes posibilidades de que me vaya con él.
- ¿Pero cómo te vas a ir? Tú vida está aquí, tu familia, tu trabajo, nosotras, todo tu mundo está aquí –le insistió Lorena.
- Todos menos David –aquello hizo que me doliera el corazón- En Nueva York encontraré que hacer, yo se hablar inglés fluido y a ustedes siempre las tendré, da igual que sea al otro lado del mundo.
Estábamos en mi apartamento, sentados todos en la mesa de la terraza, como siempre. Tomé las manos de Ana que tenía extendidas sobre la mesa y las apreté todo lo que pude.
No tenía ánimos para hablar. Después de la cena el día de la inauguración del restaurante de Leo habíamos decidido seguir saliendo, a pesar del ambiente incómodo que existía cada vez que nos veíamos. Que tampoco era que nos viéramos tanto, pero las noches que pasábamos juntos, al menos al principio, resultaban ser un tanto confusas. Era como si no supiéramos como actuar, como si cualquier mínimo acto, palabra o gesto pudiera volver a invocar nuestra conversación del restaurante, solo que esta vez con un final diferente.
Teníamos más que claro lo que esperábamos cada uno del otro, remarcando las diferencias tan evidentes que existían entre los dos. A medida que iba pasando el tiempo volvíamos poco a poco a acomodarnos, hasta que lográbamos sentirnos más a gusto. Esto se repetía cada vez que nos veíamos, y si a esta situación le sumaba la noticia que nos estaba dando Ana, ya era suficiente para hacer que me derrumbara.
Tanto Ana, Lorena, como Marcos era apoyos fundamentales para mí. Quizás pareciera que mi costumbre de no hablar las cosas que me pasaban y mi afición a guardármelo todo hacía que fuera una persona desapegada de mis amigos, pero nada más lejos de la realidad. A pesar de mi apariencia de mujer súper independiente, no era capaz de sobrevivir a un problema sin ellos. Más allá del cómo gestionaba mis problemas, siempre iba a necesitarlos para que, sin que ellos lo supieran, me apoyaran y me animaran en los momentos malos.
Desde que éramos solo adolescentes siempre habíamos estado los unos para los otros. Parecía increíble que ahora una de nosotros estuviera a punto de irse. Pero, aunque me doliera su decisión, entendía que Ana quisiera ir con David, ¿o es qué tu no serías capaz de ir tras la persona que amas?
- Y bueno, ¿tú qué? ¿Aún no has encontrado el momento de declararte a tu yogurín? –le preguntó Ana a Lorena pasando el foco de atención a ella.
- En realidad... me he vuelto a acostar con Andrés, dos veces.
- ¡¡¡LORENA!!! –le gritamos los tres al unísono.
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Más allá de ti
RomanceSolo amamos de verdad cuando el otro nos da libertad. La libertad es la herramienta para encontrarnos a nosotros mismos en los momentos de mayor incertidumbre.