Era la una de la mañana y me sentía como una madre que espera que su hijo llegue de la fiesta despierta en la madrugada. Recorría el salón de un lado a otro dándole vueltas a todo lo que había visto. A ratos intentaba hacer un discurso mental sobre lo que quería decirle, en otros pensaba que era mejor hacerme la desentendida y no sacar el tema o al menos hasta que el sintiera la necesidad de contarme, pero esto último era muy probable que nunca ocurriera. Aquella relación podría fácilmente llevar un año en completo silencio, al menos eso pensaba, porque no entendía de donde más podrían haberse conocido. Todo cuadraba. Se habrían conocido en la boda de él y de alguna manera u otra habían quedado, se habían conocido mejor y habían llegado a tener lo que fuera que tuvieran.
El camino a casa después de la escena que había presenciado fue silencioso y pensativo. A pesar de la quedada de la tarde anterior con Leo y las chicas, la historia de Marcos y su chico misterioso había tomado el protagónico en mis pensamientos. Al llegar al apartamento, después de una despedida muy seca, Leo me preguntó que me ocurría. No pude contárselo, no me pareció justo. Por eso me encontraba en aquella tesitura, con tantas cosas por decir y sin tener a nadie a quien contárselas, a la espera de Marcos, dando vueltas en el salón aún sin saber qué hacer en cuanto lo viera atravesar la puerta.
Luego de otra media hora en la que intenté leer, ver un capítulo de una serie, navegar en internet y ver reels de Instagram, al fin escuché una llave intentando abrir la puerta. Salí disparada en esa dirección y al abrirla de golpe me encontré frente a un Marcos bastante tomado que casi no podía mantenerse en pie.
- Como vienes –afirmé tomándolo y tirando uno de sus brazos por encima de mi hombro para ayudarlo a entrar en casa.
- ¡¡¡Jodeeer!!! Que marcaje, tía. Pareces mi madre cuando tenía quince años.
- Tú sí que pareces un crio de quince años con el pedo que traes.
Me gustaría decir que lo llevé hasta la habitación, pero en realidad lo arrastré hasta su cama porque casi no podía con su peso. Era demasiado grande. Lo escuché balbucear algo inentendible mientras le quitaba los zapatos y lo acomodaba en la cama. Para cuando cerré las cortinas y apagué la luz de la habitación Marcos ya estaba dormido. Lo observé desde la puerta y un sentimiento de angustia me inundó, después de todo al fin lograba entender que era aquello que lo hacía sentir tan fuera de lugar. Supongo que enamorarse de alguien que no solo estaba casado, sino que no se atrevería nunca a reconocer lo que tenía con él frente a su familia debe ser un peso algo gordo, aunque innecesario.
Lo peor de todo, era que ya no necesitaba confirmación, estaba más que segura por su manera de actuar que Marcos estaba enamorado de aquel chico, como mismo también estaba prácticamente segura de que para el rubio de la moto él no era más que una diversión, algo que le permitía sacar su verdadero yo, aquel que de seguro llevaba media vida o vida entera ocultándole a todos.
Me dirigí a mi habitación, me metí en la cama e intenté conciliar el sueño. Otra media hora más tarde conseguí dormirme.
*****
Cuando desperté la habitación se encontraba en completa oscuridad, miré la hora en mi móvil y eran las once con veinte minutos, y por lo que podía deducir Marcos aún no se despertaba porque el apartamento estaba en un mutismo total.
Tomé una ducha y me preparé un café a la espera de que el bello durmiente se despertara, espera que se alargó otra hora más. Mi paciencia, que de por sí era escasa, llegó a su final, así que tomé una sartén y entré a su dormitorio, me paré junto a la puerta de su habitación y con más fuerza de la que quería lancé la sartén contra el suelo. Vi a Marcos pegar un brinco que me provocó hasta lastima, el pobre, pero era eso o seguir dejando la conversación para más adelante porque dentro de un rato tendría que ir a trabajar. No me juzguen por favor, ya no tenía salud mental suficiente para continuar con la espera.
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Más allá de ti
RomansSolo amamos de verdad cuando el otro nos da libertad. La libertad es la herramienta para encontrarnos a nosotros mismos en los momentos de mayor incertidumbre.