29. Vuelta a casa.

12 6 0
                                    

Recuerdo aquellos tres días con mucha nostalgia. Los días juntos, los paseos por la playa, los lugares y paisajes que descubrimos juntos, fueros experiencias que nos marcaron a los dos. Las noches bajo las estrellas, los besos pausados, las caricias cálidas y los momentos de sexo fueron nuestro mejor idioma para comunicarnos. Pero el miércoles llegó increíblemente rápido y con él el final de nuestro viaje y la vuelta a la realidad.

El regreso a casa fue bastante tranquilo. Leo condujo como siempre con música de fondo. Regresamos casi al atardecer ya que decidimos alargar todo lo que pudimos la experiencia. Los regresos son extraños, da igual lo bien que lo pasemos, el regresar a casa siempre sabe a poco. Independientemente de con quien vayamos, a dónde, los días que dure o la calidad del viaje, el regreso siempre se siente más vació. Es como si sintieras que ya has vivido el sueño que llevabas tanto tiempo planeando y ahora no supieras como afrontar ese hueco. Sabía que mi viaje no era un sueño planeado con antelación, pero aun así se sintió como si lo hubiera sido. Era consciente que regresaba a mi hogar y que Leo estaría conmigo exactamente igual que antes de que nos fuéramos, pero a pesar de esto no podía evitar sentir que dejaba atrás algo importante, algo que marcaría nuestra relación para siempre. Lo más ilógico de todo es que ahora sé que aquel día no dejé nada atrás, sino que cargué conmigo algo que siempre estuvo dentro de mí y que aquel viaje había desatado, una especie de caja de pandora que sería capaz de arrasar conmigo y con todo lo que me hacía bien.

Llegamos a casa agotados. Leo me ayudó a subir mis cosas hasta mi piso donde encontramos un Marcos sentado en el sofá viendo la tele. En ese momento caí en cuenta que en esos tres días no había hablado ni con él ni con ninguna de las chicas y no precisamente porque ellas no me hubieran llamado, y digo ellas porque con Marcos no tuve ni el más mínimo intento de contacto después de la discusión del fin de semana. No les contesté a las llamadas a las chicas, pero sí les envié un mensaje en nuestro grupo de WhatsApp diciéndoles que estábamos bien y que nos veríamos cuando regresara. Ya me imaginaba la cara de mala leche de Lorena al recibir el mensaje. No quería que sonara a escusa, pero tampoco iba a sentirme culpable por desaparecerme esos días, solo quería disfrutar del viaje, nada más.

Leo dejó mis cosas en mi habitación y saludó desde la distancia a Marcos que le dedicó un escueto "Eeeehh" sin tan siquiera dirigirle la mirada, para luego despedirnos en la puerta con un sencillo beso y una promesa de que mañana hablaríamos.

Cuando cerré la puerta me dirigí al salón para sentarme (tirarme) sobre el sofá, casi sobre Marcos. Este continuó con su mala cara sin dirigirme la palabra durante un par de minutos. Cuando noté que no íbamos a conseguir nada en aquel momento me levanté y me encaminé al baño para darme una ducha. Ahí fue cuando el señorito se dignó a hablarme.

- Tienes una cara de bien follada que das hasta envidia.

Sonreí a su intento de comunicación. Lo conocía, sabía que no podría sacar el tema de nuestra anterior pelea, pero a pesar de ello nada impediría que las cosas volvieran a la normalidad.

Me giré y retorné a mi posición en el sofá junto a él.

- ¿Cómo fue? –me preguntó.

- Raro –fue mi respuesta. La única respuesta que Marcos no esperaba que le diera.

- ¿Cómo raro?

- No quiero hablar de eso, la verdad.

- Pues por la despedida no lo parecería –insistió mirándome de medio lado.

Sabía que no lo dejaría estar, así que me quedé pensativa intentando razonar una explicación lógica con la que poder explicarle a Marcos todo lo que estaba pensando y sintiendo dentro de mí.

Más allá de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora