Me encontraba desubicada, no había logrado pegar ojo en las escasas horas en las que había intentado dormir. Fijé mi vista en un pequeño, pero insoportable rayo de luz que se colaba por la ventana entre las cortinas oscuras. Al recostar la cabeza en la almohada y devolver la vista al techo mi mente no pudo evitar pensar en la noche anterior, en lo que había ocurrido hacía escasas horas.
¿Qué había pasado? O más bien: ¿Qué me había pasado?
Yo no era para nada de seguirle la corriente al primer tío lindillo que se me paraba en frente. Pero aún menos era de las que le entraban a los tíos.
La noche anterior no había sido precisamente la más romántica de mi vida. No fue la típica en la que dos personas que apenas se conocen se encontraban y quedaban completamente enamorados. Eso solo pasaba en las pelis, en especial en aquellas en las que el amor era algo que se respiraba en el aire. Detestaba esas películas rosas donde todo era en blanco y negro, en esas en las que no había matices. Te enamoras en un día y sabes que es el indicado. Eres capaz de imaginarte junto a esa persona todos los eventos de tu vida, sin más problemas o dificultades. En la práctica, la vida y en especial las relaciones, no eran así.
En estos momentos de mi vida, haciendo un recuento de todo lo ocurrido, sí podría decirte que aquella noche había sido fundamental en nuestra historia, pero no fue en la que me enamoré de él. En realidad nosotros nunca fuimos de ponerle nombre a la cosas o de marcar tiempos. Pero si era cierto que había sido de cierta forma una introducción al mundo del otro. Un primer encuentro, un primer vistazo de quien era la otra persona, y a mi particularmente me encantó lo que descubrí, a pesar de que no esperaba que fuera más allá. Solo había sido una noche un tanto especial, en la que haces cosas que habitualmente no harías, o en la que te conviertes en alguien más, en alguien que siempre quisiste ser y que no te atrevías pero que esa noche las circunstancias te llevan a descubrir quien serías si dejaras a un lado los miedos.
Nunca he pensado que los problemas amorosos se solucionan con sexo. Aquello de que un clavo saca a otro clavo no era algo que yo aplicara, ni siquiera le veía lógica. Mi "aventura" con Leo no había significado tampoco nada de eso, no me apetecía sacar a Bruno de mi vida porque hacía ya años en los que él no formaba parte de ella, pero mentiría si dijera que aquella mañana, recostada en mi cama, no me había agobiado un poco mientras pensaba en todo lo ocurrido.
Supuse que lo mejor sería olvidar, era algo que ya había pasado y que no tenía ningún tipo de relevancia en mi vida. Todo seguía igual. Sería algo que quedaría únicamente entre Leo y yo. Si te detenías a pensarlo podría llegar a ser algo bonito que solo lo supiéramos nosotros, ¿para qué estropearlo alargándolo más o rallándonos con nada? Pensé que con un poco de suerte nuestras vidas volverían a ser lo que eran antes, cuando todos los días estábamos a una corta distancia y no nos veíamos, ni siquiera nos conocíamos. Sí, eso era lo mejor. Que tonta de mi parte pensar así.
Aun así, satisfecha con mi conclusión y orgullosa de mis propios pensamientos acordes con los de una chica moderna de mi edad (adjetivo el cual nunca había podido utilizar para referirme a mi persona) me estiré en mi cama y recorrí con la vista toda la estancia, deteniéndome en mi móvil que se encontraba sobre la mesita junto a la cama. Me sobresalté al notar la hora, se me hacía tarde y debía entrar a trabajar.
Corrí al baño a pesar de que no me daba tiempo de ducharme ni de desayunar. Me cepillé los dientes, me vestí y al salir a la cocina le quité a Marcos de las manos la tasa de café y la tostada que pretendía llevarse a la boca. Le di un sorbo al café, con el que me lo bebí casi todo y salí disparada hacia la puerta mientras me ataba el pelo en una coleta sosteniendo la tostada con la boca.
Al llegar al portal y abrir la puerta del edificio choqué mi cabeza con la de Ana que venía entrando en dirección a nuestro piso.
- ¿Pero qué haces? –me preguntó llevándose una de sus manos a la frente masajeándosela.
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Más allá de ti
RomanceSolo amamos de verdad cuando el otro nos da libertad. La libertad es la herramienta para encontrarnos a nosotros mismos en los momentos de mayor incertidumbre.