43. Y vivieron felices por siempre.

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Habíamos quedado en la casa de Ana para desayunar juntos y ayudarla a ultimar los detalles de su viaje que sería ese mismo día en la noche. Sería un vuelo largo hasta Nueva York. Yo llegaba aquel día en la mañana. Nada más que aterricé llamé a Marcos que ya se encontraba camino a casa de Ana. Le dije que iría directo para allá. En realidad, estaba muy cansada, pero necesitaba verlos ya que no sabía cuándo volveríamos a estar los cuatro juntos.

Llegué y toqué el timbre de la puerta. En medio minuto una Lorena muy enfadada me abrió la puerta y me tomó de uno de mis brazos para tirar de mí hacia adentro.

- Al fin llegas, me muero de hambre –dijo mientras me jalaba hacia la cocina donde todos me esperaban sentados ya a la mesa.

- Pero espera que suelte la mochila y me lave las manos al menos.

- Pues apúrate –me gritó.

- Pero que culpa tengo yo de que el avión se haya retrasado una hora le grité yo de vuelta.

Lo más de prisa que pude solté mis bultos y me dirigí al baño para lavarme las manos y echarme un poco de agua en el rostro. Tenía muy mala cara. El cansancio tanto del vuelo como de las malas noches que había estado pasando últimamente me estaban pasando factura. Regresé a la mesa un poco más decente donde me esperaban mis amigos que ya estaban devorando todo lo que había servido.

- Aún no puedo creer que te vayas de verdad –le dijo Lorena a Ana.

Le dediqué una mirada a mi alrededor y me di cuenta que muchas de las pertenecías de Ana se encontraban en cajas. No había caído en que efectivamente al día siguiente a esta misma hora aquel piso estaría completamente vacío.

- David debe estar que se sube por las paredes esperándote –le dijo Marcos mientras le daba un mordisco a su tostada.

- Así es. Está muy emocionado.

- ¿Y tú? ¿Lo estás tú? –esta vez fui yo quien habló.
Ana pensó un instante la respuesta que me daría.

- La verdad es que sí, estoy muy contenta. Me emociona el hecho de comenzar de nuevo en otro sitio. Sobre todo, comenzar de nuevo con él. Estoy feliz –afirmó sonriendo- Aunque en el fondo siento un poco de tristeza ante el hecho de dejaros a vosotros atrás –dijo tomando de las manos a Marcos y a Lorena que se encontraban cada uno a su lado, yo estaba sentada frente a ella.

- Nosotros también estamos tristes de que te vayas. Además, que tampoco es para tanto, porque de seguro al poco tiempo de que te asientes en tu nueva casa te caemos por allí –intentó bromear Lorena sabiendo que aquello no era cierto, tardaríamos un poco en vernos.

Pensar aquello me hizo sentir apenada, pero era ahora o nunca, debía contarles la decisión que había tomado en Madrid. Ya no había marcha atrás.

- Yo también tengo que contaros algo, aprovechando el momento de bajón digo.

Los tres me miraron con una expresión entre la pena y el cariño. Imaginé que me veían como una niña pequeña a la que se le había roto un juguete y lloraba por ello.

- Lo sabemos, Lena –me dijo Ana.

Yo los miré con cara de circunstancia sin entender que parte era la que sabían.

- Leo nos lo contó el día que fue a casa preguntando por ti –me dijo Marcos al captar la señal de poco entendimiento que le lanzaba mi rostro.

- ¿Qué os contó exactamente?

Intercambiaron miradas entre ellos mismos.

- Nos contó que habían discutido, o bueno "discutido", que estuvieron hablando de lo suyo y que saliste pitando del lugar dejándolo mareado –continuó Marcos, quien recibió un codazo por parte de Ana- O sea, no lo dijo con esas palabras, por supuesto, pero esa era la idea.

- ¿Qué pasó, Elena? –me preguntó Lorena.

Yo tomé una bocanada de aire. No era aquello lo que venía a contarles, pero aun así me sentí con fuerzas para hablar sobre lo que me estaba pasando.

- Leo me rechazó. Suena irónico porque fui yo quien lo dejó, pero eso no significa que el haberlo escuchado de él no me doliera. Salí pitando como bien dice Marcos –intenté dibujar una sonrisa en mis labios, pero fracasé en el intento-Estos días en Madrid me vinieron bien.

Ellos me miraron sin saber si creer esto último. Quise tranquilizarlos al respecto.

- Estuve pensando mucho y me di cuenta que he pasado toda mi existencia con mi vida en pausa.

- Eso es algo que te habíamos dicho antes –me dijo Marcos recibiendo otro codazo de Ana- ¿Qué dije ahora? –chilló este.

- Ya lo sé y no quiero menospreciaros, pero en el fondo fue él quien me ayudó a darme cuenta de esto. Solo a través de Leo conseguí ver todo lo que faltaba en mí.

Fue a través de nuestra relación en la que pude entender que proyectar mis problemas afuera no resolvería mis contrariedades internas. Podríamos haberlo intentado, claro que sí, pero si yo misma no era capaz de entender esto volveríamos a fracasar. Nadie vendría a darme el amor que yo no era capaz de darme a mí misma. Esa era la verdad más grande de toda mi vida.

- Qué bueno verte más tranquila, Lena –me dijo Lore.

- Ya lo sé, pero aun así sé que no me siento del todo bien. Por eso he tomado la decisión de irme de viaje.

- ¿Te vas? ¿Tú también? –me chilló Marcos. Yo afirmé con la cabeza- No me lo puedo creer.

- ¿A dónde te irás? –preguntó Anita.

- No lo sé. Supongo que es lo que siempre he querido y nunca lo he logrado hacer. Ahora mismo me siento un poco más tranquila y segura, así que quiero aprovecharlo, porque sé que si no lo hago ahora tarde o temprano volveré a lo mismo.

- ¿Estás segura?

- Nunca he estado tan segura de algo. Estoy sin trabajo y con ahorros suficientes. Que mejor momento que este para probar aquello que tanto he deseado.

- ¿Harás las fotografías que siempre has querido hacer?

- Eso parece. Tengo una cámara cogiendo polvo que me está pidiendo a gritos que la saque de paseo –les sonreí.

- ¿Y Leo?

Algo apretó en mi pecho al escuchar su nombre. Si me voy lo dejaría todo atrás, y ese todo lo incluía a él. 

- Leo es el pasado –me obligué a escuchar mis propias palabras- Con Leo ya no hay nada que salvar –sentí como mi voz tembló al pronunciar esa última frase- Esta vez sí lo haré.

- Pues porque lo hagas –me dijo Lorena levantando su vaso con zumo de naranja a modo de brindis.

- Porque lo hagas –la imitó Ana.

Las tres miramos a Marcos que se encontraba sentado un poco arrinconado desde que escuchó que me iría de viaje. Suspiró y sin más remedio levantó también su vaso.

- Porque lo hagas –dijo casi rezongando- Aunque te pese la consciencia por irte y abandonarme en esta inquietante soledad.

- Porque lo voy a hacer –choqué mi vaso con los de ellos sonriendo.

*****

En la noche acompañamos a Ana al aeropuerto. La despedida fue un poco agridulce y no pude evitar pensar en cómo sería cuando fuera yo quien abordara el avión a cualquier parte del mundo que fuera lejos de aquí.

Justo a mi lado se encontraba Lorena con Damián. Por lo visto habían decidido volver a intentarlo. Me alegraba por ellos, se veían muy bien juntos, pero era imposible que no sintiera una especie de envidia sana.

Sabía que aún no podía irme. Había algo que me quedaba pendiente por hacer. En esta nueva etapa en la que había decidido no quedarme con nada por dentro aún existía lago que me impedía cerrar mi antiguo ciclo, y ese algo, por supuesto, era Leo.

Más allá de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora