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Capítulo treinta y nueve
Compañera de manada

Tenía ocho años cuando finalmente entendió los problemas que conlleva tener el Mauhw'aari

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Tenía ocho años cuando finalmente entendió los problemas que conlleva tener el Mauhw'aari.

Se encontraba sentada sobre un mullido cojín, delante del gran espejo mientras su madre, detrás de ella, peinaba sus caballos castaños caobas con agilidad. Siempre se esmeraba en hacerle un moño que no dejaba escapar ni un sólo mechón, además de recolocarle el velo para que su flequillo se mantuviera oculto. Su padre, en ese aspecto, sólo un poco más permisivo. Pero su madre no.

No le permitían salir del atrio, y mucho menos de la domus, si su pelo no estaba perfectamente recogido. Solamente podía llevar el pelo al descubierto dentro de casa, nunca fuera. Nuevamente se preguntaba: ¿por qué ella? ¿Por qué nació con el Mauhw'aari?

¿Era quizás un castigo del Universo?

Su madre terminó de colocarle la última horquilla. Sonriendo satisfactoriamente, agarró el velo, unido molestamente a las solapas de su gorjal, y se colocó para que sus rasgos quedaran parcialmente ocultos.

Ya estás lista dijo, pero al ver la decaída mirada de su hija, se arrodilló a su lado. ¿Qué pasa, mi vida? ¿A qué viene esa cara?

Ella bajó la vista.

No quiero llevar el velo murmuró tristemente.

Ya hemos hablado de esto, Reya soltó su madre, tajante. Tienes que llevarlo puesto, es por tu bien.

Se encogió sobre sí misma, aceptando con resignación la única orden que sus padres le habían impuesto desde que tenía memoria. Entonces su madre tomó cariñosamente sus manos y ella alzó la vista, encontrándose con sus ojos cristalizados.

Perdónanos, por favor, perdónanos. Pero no podemos arriesgarnos a que algún alienígena te vea añadió su madre con voz temblorosa. Gracias a la avanzada tecnología de Olympia, muchos planetas de su sector comercializaban con ellos. Es una orden que nos impusieron los Altos Soldados, y debemos acatarla.

¿Es malo el Mauhw'aari? preguntó, sosegada.

Una lágrima resbaló por la mejilla de su madre. Se sintió miserable por hacerla llorar. Ella siempre lloraba por su culpa. Sólo por su culpa.

Las siguientes palabras de su madre la desarmaron por completo, confirmándole su mayor temor.

Ojalá todo fuera diferente, mi vida. Ojalá todo fuera diferente.

En ese momento, comprendió que su mutación genética era una maldición.

Era media mañana cuando Reya y Bulma trabajaban en el laboratorio. La anodita decidió dejar que Vegeta durmiera hasta más tarde, sabiendo que su cuerpo aún necesitaba recuperarse del daño sufrido tras su combate contra Goku.

STAR COLLISION ᵛᵉᵍᵉᵗᵃ ✔︎ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora