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Capítulo cincuenta y nueve
Nueva vida

El equinoccio llegó, y como un reloj, las hojas verdes de los árboles adoptaron colores cálidos y comenzaron a desprenderse de las ramas

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El equinoccio llegó, y como un reloj, las hojas verdes de los árboles adoptaron colores cálidos y comenzaron a desprenderse de las ramas. El verano había terminado (para alivio de cierta anodita) y el otoño llegó de la noche a la mañana. El sol continuaba calentando, pero cada día las temperaturas bajaban cada vez más.

En la Corporación Cápsula, el desayuno transcurrió con normalidad. Después de lo sucedido en Kame House, Vegeta pareció a adoptar un comportamiento más protector hacia Reya, algo que ella amó enormemente. Su rutina no cambió nada; seguían corriendo por las mañanas, entrenando y trabajando. Sin embargo, Vegeta se había entregado más a fondo en su entrenamiento después del incidente con Yamcha. No sabía explicar el porqué, pero necesitaba liberar la agresividad que reprimía desde aquel día.

Reya observó como Vegeta terminaba su desayuno y se levantaba para reanudar su entrenamiento. Le había contado que ahora alcanzaba los 1.200G, todo un logro y que él ansiaba superar. Apoyó el brazo sobre la mesa, sin dejar de beber su leche con cacao.

Vegeta era una fuente inagotable de interés e intriga. Su fuerza y dedicación por la lucha nunca dejaban de sorprenderla, pero sobre todo, le interesaba como persona. Quería saber más sobre él; qué le gustaba, qué le frustraba... Pero por mucho que deseara conocerlo en profundidad, sabía que no lo conseguiría. Era un hombre reservado. Su distanciamiento era misterioso, y de alguna forma, lo hacía más atractivo. Cuanto más se alejaba, más quería saber de él. Por mucho que Vegeta la considerara su compañera de manada y se preocupara por ella, continuaba habiendo barreras entre ellos.

Reya no estaba acostumbrada a tener un hermano espiritual tan reservado. Su hermandad de Olympia, Goku, Bulma, Krilin... Todos ellos eran libros abiertos a sus pensamientos y emociones, y sabía todo acerca de sus vidas. Pero Vegeta era completamente diferente. Lo único que sabía sobre él era lo siguiente; que era el Príncipe de todos los Saiyajins, que fue enviado al servicio de Freezer a los cinco años, que menospreciaba a Goku, que se convirtió en Súper Saiyajin por ella y que le encantaba comer. Aparte de Bulma, Vegeta era la persona más cercana a ella, y sin embargo, era una ignorante acerca de su vida. Era su hermano espiritual, su compañero de manada y el hombre que amaba, pero desconocía su edad (calculó que debían de tener la misma edad) o sus gustos básicos.

Físicamente, Vegeta estaba muy cerca de ella, y más por las noches, pero su pasado era desconocido y había veces que no sabía lo que le rondaba por la cabeza. Era capaz de ver atisbos de sus sentimientos a través de sus ojos y cola, pero ni siquiera era una ciencia exacta.

Cuanto más pensaba en su ignorancia sobre Vegeta, más quería saber sobre él, aunque fuera cualquier cosa. Sólo un pequeño secreto, algún hecho que le permitiera comprenderlo mejor. ¿Le gustaba la música? ¿Cómo era de niño? ¿Hacía travesuras de pequeño? ¿Sabría bailar? No tenía ni idea de todo eso, y aquello la frustraba. Si empezaba a bombardearlo con todo tipo de preguntas se cerraría en su caparazón. Era reservado, introvertido, ¿se atrevía a decir que era tímido, como sugería la Sra. Brief? Reya deshizo aquel pensamiento. Vegeta no era tímido, solamente le gustaba mantenerse aislado con sus propios asuntos.

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