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Capítulo cuarenta y cuatro
Otra vez, de shopping

Las primeras luces del alba, acompañadas del cántico de los pájaros, despertaron a Vegeta

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Las primeras luces del alba, acompañadas del cántico de los pájaros, despertaron a Vegeta. Sus ojos se abrieron de golpe mientras su mente trataba de recordar dónde se encontraba. El balcón. Se había quedado dormido en el balcón. Su corazón desaceleró su ritmo y estiró los brazos sobre su cabeza. Bostezó, dejando escapar un gruñido bajo. Hizo una leve mueca al notar sus músculos tensos, pero comprobó con satisfacción lo ágil que sentía su cuerpo. Descansar la tarde anterior le sentó bien.

Saltó de la barandilla, y entró dentro de su habitación para ponerse un pantalón corto de entrenamiento. Cogió una toalla del baño, para seguidamente bajar a la Sala de Gravedad e iniciar su entrenamiento matutino previo al desayuno. Hizo esencialmente lo mismo de siempre: se estiró, calentó durante diez minutos y comenzó su kata.

Le sorprendió de sobremanera lo fuerte que se había vuelto respecto al día anterior. Aumentó la gravedad a 425G poco después de empezar sus ejercicios más intensos. Golpeaba el aire con todas sus fuerzas cuando escuchó un suave toque en la puerta.

«¿Quién me molesta a estas horas de la mañana?», se preguntó, extrañado.

Sintió el ki que residía fuera de la Sala de Gravedad y reconoció el de Reya, sorprendiéndolo aún más. Miró el reloj de la consola, que marcaba las 06:30. ¿Qué hacía ella despierta tan temprano?

«Qué raro. Siempre se despierta alrededor de las siete»

Curioso, apagó el simulador de gravedad y fue hacia la puerta.

━¿Qué quieres? ━preguntó Vegeta, una vez que abrió la puerta y la vio.

━¡Buenos días a ti también, Geta! ━dijo Reya con una sonrisa━. Hoy voy a hacer running, y me preguntaba si querías acompañarme. ¿Te apuntas?

Vegeta la observó sin pestañear. ¿Running? Ah, sí. Recordó que se lo mencionó y le pidió correr juntos, y él aceptó a cambio de que fuera una hora y que le siguiera el ritmo. En ese momento, pensó que sería bueno porque podría desarrollar su resistencia sin la necesidad de usar el ki, y aún lo creía necesario.

Sus ojos la contemplaron en silencio mientras Reya esperaba una respuesta. Esta vez, vestía con una camiseta amarilla de tirantes bastante holgada, pantalones cortos negros de deporte y unas zapatillas de correr. Su cabello estaba recogido con una coleta alta, pero algunos mechones escapaban de su peinado.

━Vale. Si crees que puede seguirme el ritmo ━respondió con una sonrisa ladeada. Claro que la mujer podía seguirle el ritmo, lo comprobó de primera mano cuando la persiguió por los alrededores del complejo.

Si lo dijo, fue simplemente para molestarla.

Cosa que funcionó.

━¡Pues claro que puedo seguirte el ritmo, bocazas! ━dijo Reya, ofendida.

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