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Capítulo cuarenta y dos
El hombre que aspiras ser

La semana transcurrió rápidamente mientras Bulma y Reya pasaban sus días encerradas en el laboratorio con la consola de gravedad, la simulación de gravedad y el sistema de emergencia

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La semana transcurrió rápidamente mientras Bulma y Reya pasaban sus días encerradas en el laboratorio con la consola de gravedad, la simulación de gravedad y el sistema de emergencia. Los obreros finalizaron a tiempo récord la construcción de la sala abovedada, y Bulma se los recompensó con generosas bonificaciones. Era el sexto día desde que Vegeta le puso fecha límite a Reya, y las amigas ya estaba terminando el aire acondicionado.

La Sala de Gravedad era mucho más grande que la Cámara de Gravedad, lo que permitía más libertad de movimiento y la capacidad de entrenar sin estar demasiado apretado. Reya había tenido el privilegio de probarla, y sinceramente, la mejora era notable. Bulma incluso había creado algunos modelos de robots de entrenamiento que fueron modificados para soportar el peso de la gravedad. Considerándolo todo, era un trabajo bien hecho, y Vegeta tenía que estar impresionado por su trabajo después de darles tan poco tiempo.

Sin embargo, para sorpresa de Bulma, cuando le preguntaba por el saiyajin y su posible asombro sobre la nueva Sala de Gravedad, Reya únicamente fruncía de hombros sin decir nada. Algo había sucedido entre ellos dos, ¿el qué? No lo sabía. Probablemente discutieron cuando ella y Goku fueron al laboratorio a buscar el Radar del Dragón. Su amiga era la única persona que mostraba abiertamente su preocupación por el cretino, estando muy atenta a sus gustos y opiniones acerca de la Sala de Gravedad. Pero esta vez, daba la impresión de que le importara un rábano lo que sucediera con él. No le hablaba, no le miraba, y ni siquiera bajaba a la cocina a la hora del almuerzo, todo, para no cruzarse con él.

Lo evitaba como la peste.

Bulma nunca la había visto tan indiferente con Vegeta.

Las cosas tampoco era muy diferentes con el príncipe; también la evitaba desde su confrontación en la habitación. Lo que le había dicho a Goku era cierto: no quería tener nada con Reya. Lo confundía y le hacía sentir cosas que odiaba. Temía ablandarse, ser domesticado, perder el frío desapego de un verdadero guerrero. Para su crédito, la anodita no lo había buscado a pesar de extrañar su presencia. En los seis meses que llevaba en la Corporación Cápsula, Reya siempre había estado a su lado, aunque sólo fueran unos minutos. Ya ni la veía en las horas de las comidas. Porque podía sentir su ki, que si no, habría pensado que se había largado del complejo. Comenzaba a sentirse solo, pero mantuvo su firme decisión de mantener las distancias.

Le resultó más difícil de lo que pensó deshacerse de los sentimientos de compañerismo y afecto que procesaba por ella. Por más que intentara borrarlos de su mente, no podía. Era una mancha persistente que se negaba a desaparecer, frustrándolo a niveles insospechados. Se encontró pensando en ella más veces de las que le gustaría admitir durante sus sesiones de entrenamiento.

¿Qué le había hecho aquella mujer?

Continuó con sus ejercicios, generalmente en el patio trasero del complejo, aunque no llegó ni de cerca a superar sus límites. Era exasperante, y cuando se aburría, su traicionera mente regresaba a Reya y se veía obligado a suprimir el deseo de verla y pasar el tiempo juntos. Se opuso a reunirse con la mujer que tan hondamente se caló en su interior, sabiendo que cedería al deseo y sacrificaría su orgullo para estar con ella.

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