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Dejamos a los animales comer y nosotras preparamos un campamento para hacer lo mismo.
Sam era la que cocinaba yo decidí ayudarla para ir mas rápido.

—¿Vas cómoda con esas espadas y la lanza?—le pregunté.
—Una se acostumbra. En realidad soy usuaria de lanza y magia de ataque.
—¿Y las espadas?
—Son de Alex, las llevo de repuesto.
—¿No tenéis caja de artículos?
—Claro que si. Pero las espadas no las podemos guardar.
—¿Porque?
—Son espada divinas, es mejor llevarlas a mano por si nos enfrentamos a algún demonio poderoso. Los demonios no solo están en el continente demoniaco, se han ido extendiendo por todo el mundo.
—¿Os habéis encontrado alguno?
—Varios en lo que llevamos de año. Se nota que el rey demonio a despertado, se mueven más rápido y se sienten más seguros en ir a otros continentes.
—Entiendo.

No dije nada más, seguí ayudándola.

Estábamos las cuatro sentadas en el suelo comiendo, lo que Sam y yo habíamos hecho.

—Las minas siguen estando lejos de aquí, seguiremos un poco más y cuando encontremos un claro, acamparemos.—dijo Kara.
—¿Cuanto tardaremos en llegar?—pregunté.
—Si todo va bien, tres días.
—De acuerdo.

Lo recogimos todo y Sam lavó los utensilios, las cuencos, los cubiertos y la olla. Vi que estaba usando una pastilla de jabón, me la miré sin decir nada y ella me vio que la miraba.

—Compré el jabón porque me viene bien para limpiar estas cosas. Tuviste una buena idea, no solo sirve para lavarnos y lavar la ropa. Sirve para todo lo que necesites limpiar.
—Lo sé, solo que me sorprendido ver el jabón.
—Ya.
—Estaba barato.—dijo Alex.
—Le dije a la maestra de gremio, Astrid, que a la gente corriente los vendiera por una moneda de plata, a los pobres por una o dos de cobre.
A los nobles y a los ricos le dejé que fuera ella quien pusiera el precio.
—Pues ha cumplido, nos costó una moneda de plata.—dijo Sam.

Si supieran que en mi mundo hay variedad, y diferentes olores y precios mucho más bajos, se sorprenderían.

Después de que Sam terminara la limpieza, me acerqué a mi caballo, tengo que pensar en un nombre para él.

—Veamos.—miré debajo de él.—si, eres macho...—estuve pensando pero no se me ocurría nada.—bueno ya se me ocurrirá algo, amigo.—lo acaricié y me monté.

Mientras caminábamos, miré a las chicas, estaban muy atentas a su alrededor. Supongo que es la costumbre, además de ser algo que tiene que tener un aventurero, estar en guardia todo el tiempo.
Tengo mucho que aprender.

Cuando ya estaba anocheciendo, buscamos un claro cerca del camino. Kara dice que si estás cerca menos monstruos encontraras e incluso hay posibilidades de que no hayan.
Lo encontramos y desmontamos para preparar el campamento. Kara se acercó a mi.

—Esto, Lena, ¿puedo dormir contigo?—me preguntó avergonzada era la primera vez que la veía así.

Miré la otra tienda y después la miré a ella.

—¿No te dejan dormir?
—Las noches, son insoportables.
—Entiendo. Claro que puedes dormir conmigo.
—Gracias.

Me ayudó a preparar la tienda y después fuimos a por leña para la hoguera.
Después de un rato, volvimos al campamento y preparamos el fuego.
El sol ya había desaparecido, estaba todo a oscuras, el único foco de luz era la hoguera. Se oían sonidos de los animales nocturnos, búhos, lobos...

Miré el cielo y vi las tres lunas brillantes.

—¿A que es hermoso?—preguntó Kara sentándose a mi lado.
—Sí.
—Mis padres dicen que las lunas aparecieron tras nuestros nacimientos. La más grande, porque es la más cercana, apareció cuando nació Sam, la siguiente cuando nació Alex y la más lejana, cuando nací yo. Mi padre creó este mundo y los cuatro el sol, pero no habían lunas en aquel momento.
—Vaya, así que las lunas os representan.
—Sí.

Krypton (supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora