Capítulo 18: Anhelo

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- Volveré pronto, no es para tanto querido amigo ~

¿Y quién mierda se está preocupando por ti? -se quejó Husk mientras me veía con su típico mal genio. - Solo no metas tu jodida nariz donde no te llamen, siempre me arrastras a tus problemas...

- Claro, no hay que preocuparse~ -le sonreí con tranquilidad mientras acomodaba mi traje.

- ¡A-Alastor! -la voz de la chiquilla a mis espaldas me hizo girarme sonriendo a su expresión agitada. - ¿E-Es verdad que mi padre los citó en casa? ¿Tiene algo que ver con lo que pasó recién verdad? T-Tal vez... solo estaba pensando, ¿no sería una buena idea tocar el tema del hotel? Estoy segura que tiene que ver con los ángeles exterminadores, si les decimos a papá de esto, podemos... podemos ayudar ¡Se podría negociar algo!

Sonreí ante aquello, siempre estaba llena de ideas que abrumaban su mente y deformaban sus palabras. Vaggie no tardó en aparecerse tratando de calmarla. - Charlie, sabes que no se puede, tal vez después, pero necesitamos pruebas para que al menos tú padre, el rey de infierno, lo considere...

- Si es lo que mi opinión respecta, querida~ -quité de su lado a Vaggie y tomé la mano de la rubia atrayéndola a mí. - Tengo entendido que no solo serán Overlords, será un placer para mi ser la imagen del hotel querida, pero consideraré esa opción dependiendo de cómo vaya la situación... Haré lo posible si está la posibilidad de sacar el tema del hotel y que tu padre lo considere ... -le di una pequeña vuelta sonriéndole con carisma. - Lo haré como un favor a mi compañera, querida~

Dicho eso, no pasó mucho en lo que me puse en marcha hacía la residencia de Lucifer, últimamente mi mente era un caos, por las noches no dejaba de tener esos molestos sueños de mi lo que parecía ser mi pasado, había dejado de ver a Lucifer y ahora más dudas entraban sobre lo que sería o estaba decidiéndose sobre el futuro del infierno, él lo sabía bien y hasta el momento sus palabras eran un verso a medias. Necesitaba respuestas y mi alma, aunque odiara admitirlo, quería verlo, sentir su presencia y su mirada, quería al menos una explicación.

- Si eres tú, mi querido Alastor~ -me giré en cuanto reconocí esa dulce voz haciendo una pequeña reverencia a la dama que se acercaba.

- Mi dulce Rosie, no pensé verte por aquí -al alcanzarla tomé su mano dejando un beso en ella recibiendo una sonrisa coqueta de su parte.

- ¿Y rechazar la oportunidad de conocer este lugar? Tengo estándares, pero sabes que se trata del mismísimo Lucifer~ -sentí su mirada clavándose en mi mientras movía con elegancia su abanico. - Solo un estúpido se opondría a una orden de él~

- Sí, eso parece~ Bueno, en ese caso, no atrasemos nuestra presencia, querida -le tendí mi brazo y ella encantada se abrazó a este para caminar juntos hacia la entrada donde ya varios demonios se alistaban en la entrada y éramos dirigidos a un gran salón en forma de congreso, dónde nos esperaban asientos alrededor de una larga mesa donde a la cabeza se encontraba el asiento vacío de Lucifer.

Rosie se adelantó y buscó un asiento a lo lejos del trono de Lucifer donde se acomodó y le seguí por inercia, ya había varios que esperaban y empezaban a rumorear algunas cosas sobre la realeza, sobre mí o cualquier estúpida información que fuera todo menos útil. Incluso algunos condes y personajes de la nobleza se encontraban presentes, quienes se saludaban entre ellos y charlaban sobre sus estatus.

Entonces mi mirada se cruzó con la de Vox que estaba del otro lado de la mesa cercano al lugar que ocuparía nuestro soberano, le sonreí con diversión quien solo hizo una seña obscena y se giró hacia Valentino y Velvette. Poco a poco la sala se llenó y se hizo el silencio en cuanto la puerta al final de la sala se abrió.

- Caballeros, es un placer darles la bienvenida... -era Lilith quien se presentó con ese elegante porte de siempre. - Mi querido esposo no tardará en venir para darles su debido recibimiento, somos conscientes de que han dejado sus tareas por la inesperada invitación, pero son temas que deseaba Lucifer tocar con ustedes. Les pido su paciencia. -Una sutil reverencia de despedida y un movimiento para hacer aparecer unas copas con vino para cada uno, fue suficiente para que ella recibiera unos cuantos halagos y saludos que aminoraron las ansias de algunos.

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