Extra 3: En tonos amarillos

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// Capítulo súper largo ~

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Era imposible pensar que la felicidad podía contemplarse de forma tan efímera, una felicidad que no nacía de la satisfacción propia sino del bienestar ajeno, donde alguien más desbordaba esas gotitas de alegría, aunque fueran en esporádicos y pequeños momentos, de esos que se contagian y que inconscientemente te contagian de su sonrisa. Lucifer era esa gotita que llenó mi vaso, una pequeña estrella que resplandecía en mi oscuridad. Ahora me sentía completo a su lado y sin lugar a duda, cada sentimiento que él albergaba, que me hacía saber y que me compartía, me mostraba un poco más de lo que eran esos sentimientos, de hasta dónde podía llegar a sentir este corazón.

Él alguna vez fue un soñador.

Lucifer descubrió tanto con una humana y fue condenado por amar, una libertad que quiso compartir con la humanidad. Lentamente su chispa se fue apagando, tintineando débilmente en la oscuridad, impregnada de sus miedos, de sus temores más profundos, de una terrible tristeza y de sus arrepentimientos. Quizás todo eso era necesario o tal vez mucho de eso no debía ser así, solamente me quedaba la certeza de que él debía conocerla a ella, ellos debían de enfrentar al cielo y el mal debía de inundar a la humanidad, porque solo así, es que yo tuve la casualidad de conocerlo...

- Al...

- ¿Mmm? ~

Sin duda alguna, pasar el tiempo a solas era algo que no podía faltar en mi preciada rutina, pero ahora, el compartir esa soledad con Lucifer lo era todo, al menos, si lograba que su majestad estuviera lo suficientemente cómodo en lo que me concentraba en mis actividades. Ambos estábamos aprendiendo a complementarnos de una forma íntima, donde disfrutábamos de momentos juntos o simplemente de un espacio donde pudiéramos permanecer junto al otro en individuales asuntos, eso era suficiente, su sola presencia era más que suficiente para traerme la dicha de tranquilidad.

- Al, dime la verdad...

Un pequeño suspiro vino acompañado de un parpadeo cuando sentí aquellos brazos aferrarse a mi cuerpo. Solo un segundo más fue suficiente para desconectar mi concentración de la lectura que hacía a mitad del día, para bajar la mirada de entre aquellas hojas a mis brazos y finalmente a mi torso para encontrarme con Lucifer quien descansaba plácidamente sobre mí. Ambos estábamos en aquel largo y elegante sofá de su oficina, parecía que la rutina de hoy sería acompañarle desde ese lugar mientras me entretenía y él se dedicaba a revisar papeleos desde su escritorio, ese era el plan como la rutina común donde esperaba a que terminara sus deberes, escuchando en ocasiones sus murmullos de molestia, deleitándome con esas muecas de estrés o donde sacaba comentarios para aliviar el ambiente y sacarle un par de sonrisas. Normalmente se quedaba hasta desde tarde al anochecer haciendo una pausa para tomar algo de té o un vino tinto y al final del día íbamos a cenar. Parecía que ese sería el plan como normalmente era o eso pensaba, antes de que Lucifer empezaba de nuevo a estresarse y en mis ocurrencias, distraído en mi lectura, le había invitado a despejarse a mi lado. Por supuesto, no me molestaba, pero jamás pensé que esos minutos se convirtieran de un par de horas cuando el sueño lo invadió y lentamente calló dormido en mis brazos.

Lucifer seguía con sus lapsos de insomnio, por esa razón el hecho de que tomara una siesta era benéfico para su salud, simplemente continué inmóvil, disfrutando de la lectura sin darle importancia al tiempo más que al hecho de que Lucifer repusiera el sueño.

Parecía que por fin había despertado.

- Por supuesto... ¿Qué sucede? -Entrecerré el libro con una de mis manos evitando que se perdiera la página al dejar uno de mis dedos como intermediario mientras que mi mano contraria bajaba a acariciar su cabellera con delicadeza. No hizo falta invitarlo dos veces a que me acompañara. Mi cuerpo descansaba casi en su totalidad sobre el sofá, recostado sobre el antebrazo de mueble para permitirle a Lucifer recostarse entre mis piernas, abrazándome, apoyando su mejilla en mi abdomen mientras le mimaba al regalarle pequeñas caricias de vez en cuando por su cabellera, observando su rostro de cansancio un poco más repuesto.

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