Capítulo 11: Cuatro Meses.

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Nezuko's POV:

Habían pasado tres días desde la última vez que hablé con Ryuguji, su mensaje seguía ahí, esperando. Hoy no me encontraba con fuerzas de hablar con nadie. Son las 10 de la mañana, mis abuelos ya se habían ido al médico y yo no tenía pensado ir a clase, así que aproveché para tomarme mi tiempo para desayunar y ducharme. El cielo se había encapotado, acorde con el día que era.

7 de Octubre de 2005. Hoy hacen cuatro meses desde la muerte de mis padres y voy caminando hasta el cementerio del barrio. Las cenizas de mi madre fueron esparcidas entre las montañas volcánicas de Islandia, entre Hekla y Katla. Las de mi padre fueron repatriotadas, lo más extraño de mi viaje después de cinco años fue llevar los restos de mi padre en una hurna. Mis abuelos la añadieron a la tumba familiar de los Aoi, dentro de uno de sus pilares. Sé que en ese cementerio solo está parte de lo que era uno de los dos, pero dudo mucho que vuelva a Islandia pronto, así que me conformo con visitar a parte de ellos.

El camino hasta el cementerio era largo, mi familia eligió hace un par de generaciones que se quedarían en Shinjuku tras su muerte, en el cementerio de Aoyama. En primavera está lleno de cerezos en flor.
Había salido de casa a las 11, ya eran casi las 14.00. No sé si elegí el camino largo para retrasar lo inevitable. Había llegado. Las escaleras estaban delante de mí. Cada escalón que subía se hacía más pesado que el anterior. Una vez acabe de subirlas una marea de tumbas esperaba por mí, para meterme en sus caminos, entre sus árboles deshojados, y llegar a la tumba familiar.

Ayer la idea de estar aquí no parecía tan dura.

Tomé la decisión de estar aquí, ahora no iba a echarme atrás.

Me arrodillé delante de la tumba y dejé el libro de Murakami apoyado en esta antes de volver a levantarme. Sé que a papá le hubiera gustado, era el único libro del autor que aún no había leído, lo tenía pendiente en su lista para Navidad.
Nunca he sido creyente, aunque aquí todo el mundo parece serlo. Me criaron de forma agnóstica, aún así me pareció correcto quedarme en silencio meditando, no pude evitar recordar la figura de Buddha.

Aún tras un final tan atroz, ¿habrán conseguido llegar al Nirvana?¿Consiguieron paz después de todo?

La abuela se me estaba metiendo en la cabeza.

A veces parecía olvidarme de que ya no estaban ahí, parecía acostumbrarme a vivir de la forma que lo hacía ahora. Evito pensar en ellos y en todo lo que tenía antes, evito pensar en el silencio que hay ahora.

Pensaba que no sería para tanto.
Pero me equivoqué.

Cuando me quise dar cuenta estaba de rodillas en el suelo y todo a mi alrededor se veía borroso. Estaba llorando. Tenía la cabeza apoyada en el pilar principal y solo podía mirar al suelo, no había llantos ni sollozos, solo vacío y silencio.
No sé cuanto tiempo pasé de esa forma, cuando me quise dar cuenta eran casi las 17.00.
Miré el teléfono, tenía una llamada perdida de la abuela. También volví a ver el mensaje de Ryuguji, quería responderle pero no podía, me temblaban las manos demasiado y acabé llamándolo, no sé cómo, pero lo hice. No me di cuenta hasta que escuché su voz al otro lado.

-¿Sí?¿Aoi, eres tú?¿Estás bien?- Me tomó un minuto ser capaz de responderle. No sabía como saldría mi voz.

-Ho-hola. Sé que hace días que no contesto, pero...- Aclaré mi voz antes de continuar.-¿Podrías venir a recogerme, por favor? Necesito salir de aquí.

-Sí, ¿estás bien?

-S-sí, supongo.

-Voy enseguida, ¿dónde estás?

Draken • Ken RyugujiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora