Capítulo XXVIII: Amor y Complicidad sobre las tablas

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Perspectiva de Kamille

La celebración terminó y tras despedirme de la familia Giry, subí a mi habitación y cerré mi puerta con seguro.

Me quite los zapatos con prisa y sostuve aquel objeto envuelto en ese papel, con cuidado deje la llave sobre mi escritorio y me dispuse a leer esa nota tan antigua.

"Propiedad de Maude Giry. No dejar que ningún Chagny consiga lo que abre esta llave".

Trague grueso, agradeciendo que Christian Chagny se iria de viaje esa misma noche y podría ir a averiguar su oscuro secreto, pero debía ir sola. Era peligroso y lo sentía por Erik, pero necesitaba descubrir esto por mi cuenta.

Arrope a la llave con el trozo gastado de papel y la escondí en uno de los cierres de mi bolso, lo mejor era llevar aquel objeto a todos los lugares a los que fuera. No podía confiar más en Marie al saber lo aferrada que estaba a mi prometido.

Era realmente irónico que pensará que el Chagny que asesino a su hermana fuera el mejor hombre del mundo, ella en algún momento debería conocer la verdad y aunque me encantaría abrirle los ojos, sabia que no me creería.

Suspire, luego me ocuparía de esa situación, ahora debía acostarme a dormir para descansar de aquel día tan loco.

Me recosté en mi cama sin quitarme el vestido que Erik me había dado y cerre mis ojos, rememorando todo lo vivido en la Casa del Lago.

Sintiendo el calor de los labios marcados del Fantasma contra los mios y lo tibias que eran sus lágrimas cayendo por sus mejillas.

Sonreí, aceptaba al hombre detrás de la máscara y todo lo que eso implicaba, me esforzaría para que pudiéramos estar juntos.

Con ese pensamiento en mente, me quedé dormida.

Al día siguiente, Marie y el señor Jean Baptiste quisieron ir al cine y a hacer un par de compras, la abuela Giry se había ido temprano prometiendo regresar en Nochebuena y eso me hizo recordar que faltaban muy pocos días para Navidad.

Me quede cuidando a Lucas y jugando con él en su habitación, me sorprendió darme cuenta que ya podía conversar muy fluidamente con él y eso se debía a aquella semana que había estudiado francés bajo la tutela del Fantasma.

Pensé en Erik y me pregunté que estaría haciendo un domingo al no tenerme en su casa.

¿Vigilará la Opera?

¿Se tomará un día libre?

¿Escribiría más canciones?

Quería compartir más días con él, quería conocer más aquel lado tan vulnerable y que me hacía amarlo más, sentía esa necesidad de cuidarlo y ser ese lugar seguro para que al estar conmigo no tuviera que ser el Fantasma, si no, Erik.

Lucas me pidió almorzar y camine hasta la cocina, ahi nos esperaban dos envases plásticos con lasaña los cuales calenté en el microondas.

Ambos comimos y sentí mis ojos picar: quería volver a la Opera. Trague ese nudo en mi garganta y trate que el niño no notará mi debilidad, pero Lucas me miro con sospecha.

-¿Estás triste, señorita Kami?- le sonreí como pude y acaricie su cabello rubio, negando.

-Estoy bien, pequeño, no te preocupes- él alzo una ceja y comió otro bocado del plato.

-No lo creo, pones la misma cara que mamá cuando papá tarda en llegar a casa- yo me rei, los niños no tenían filtro al hablar y se me hacía tierno que Lucas soltara esa información.

-Bueno, si dices que hago esa cara tienes razón, Lucas- seguí masticando y él, entrecerrando sus ojos azules, me sonrió.

-¿Extrañas a tu novio el que vino ayer?- no pude evitar poner una cara de disgusto, era difícil explicarle esta situación a su madre y estaba segura que era más complicado hacerlo con el pequeño frente a mi.

Me enamoré del Fantasma de la ÓperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora