Capítulo XIV: Música y Secretos Ocultos

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Perspectiva de Kamille

Erik y yo nos pusimos manos a la obra ese mismo día, como yo no disponía de mis libros para poder estudiar él mismo se encargó de traerme varios que tenía en su estudio. Historia, filosofía, varias enciclopedias, todo lo necesario para que yo pudiera comprender mejor el francés.

Era un maestro bastante exigente, de haber sabido que era tan estricto no hubiera aceptado el trato, pero poco a poco notaba que se me hacía más fácil entender lo que estaba leyendo. Así se nos fue el día, yo viendo algún libro y él haciéndome preguntas sobre el mismo, las cuales debía responder sin ver lo que decía en sus páginas, si no explicarle con mis propias palabras lo que me demanda.

Pronto se hizo de noche, cenamos y retiro los trastes de la mesa, al preguntarle por el vino para hacer un brindis, trajo una botella de un licor espumoso y sirvió el líquido en dos copas.

Hicimos el brindis por nuestra nueva relación profesor-alumna. Al probarlo noté claramente que no tenía alcohol, por lo que tuve que preguntar: -¿Por qué esto no tiene alcohol, Erik? Pensé que íbamos a brindar de verdad- levante una ceja.

Él negó mientras terminaba de beber: -No tomaremos más vino, tu comportamiento de anoche fue algo escandaloso.

Me sonrojé a más no poder y cubrí mi rostro con mis manos: -De verdad lo siento, Erik. No quería que presenciaras algo tan horrible.

-No lo considero horrible, cantas hermoso y me gusta ver cómo te mueves tan libre- lo vi a los ojos y supe que no me mentía, pude ver calidez en esos orbes dorados: -Pero, lo que no me parece correcto es que bebas tanto. No sé si lo recuerdas, pero te insinuaste sexualmente ante mí.

Todos los recuerdos de la noche anterior llegaron a mi mente, golpeando mi memoria con fuerza y haciéndome sentir tan tonta, fui una completa desvergonzada.

-De verdad lo siento mucho Erik, no me controle. No debí actuar de esa forma contigo- me disculpé sintiéndome apenada, mi cara ardía.

Escuché como carraspeaba y levanté la mirada para verlo, se le notaba incómodo: -Te disculpo, sólo no vuelvas a cometer una locura como esa. Tuviste suerte de que soy un caballero a pesar de todo, otro hombre hubiera actuado de manera distinta.

Tenía razón, más bien había sido afortunada porque Erik no se había propasado conmigo en mi estado de ebriedad, aún después de insinuarme. No era capaz de verlo a los ojos, pero al escucharlo llamarme lo observé.

El Fantasma me sonrió: -No hay problema con ello, mi querida Kamille. Ve a la cama, voy a mi estudio- dicho esto se levantó de la mesa y yo lo imite, no quería ir a dormir todavía.

-¿Qué haces en tu estudio, Erik?- pregunté, aun teniendo en mente los bocetos que había hecho de mí, los cuales no había podido ver de nuevo, tenía mucha curiosidad.

Erik se encogió de hombros: -Compongo canciones, Kamille. Vivo para ello, para crear increíbles piezas musicales- empezó a caminar, dispuesto a dejarme sola en el comedor.

-Oh, claro, vives por ella- respondí de manera automática, recordando una canción que cantaba con mi padre, una que me aprendí la letra para poder cantarla en su entierro.

Erik se detuvo y volteó a verme, levantando su ceja visible: - ¿Por ella? ¿Por Christine? - se acercó hasta mí y note la duda en su cara.

Se me ocurrió una idea, así que negué con la cabeza y tomé al Fantasma de la mano, sintiendo el cuero contra mis dedos: -No me refería a ella, pero si vamos a tu estudio te puedo explicar.

Trago grueso y yo lamente que pensara tan mal de mi: -No hablo de eso, Erik. Quiero cantar una canción y quiero que tú me acompañes con tu órgano, vamos.

Me enamoré del Fantasma de la ÓperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora