Capítulo XIX: Los planes de Kamille y Erik: dos caminos opuestos

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Perspectiva de Kamille

Llegue a casa Giry después de clases y me sentí agradecida porque Lucas estaba en su habitación jugando y Marie no advirtió mi presencia, subí las escaleras y camine lo más rápido posible para encerrarme en mi habitación. Después de que Alimsej me diera esa solución me sentí realmente tentada a aceptar, pero me recordé a mí misma que yo le había prohibido a Erik hacerle algo al Chagny y si yo hacía esto me estaría contradiciendo. Suspire, tampoco podría cargar con el peso de una muerte en mi consciencia. Decidí botar el pequeño papel tras rasgarlo en muchos trozos y seguir con mi vida, algo me decía que podía encontrar la solución a mi problema en la ausencia de Christian Chagny de París, me dejé caer en la cama aún con la ropa puesta y observé la lámpara de mi habitación, era un pequeño candelabro y me recordaba de cierta forma al que estaba en la Ópera.

Eche un vistazo al calendario que había comprado cuando inició mi castigo, estaba tachando los días para por fin volver a la Ópera a ver a Erik. Recordé lo que hable con Alimsej sobre ese asesinato, tenía un extraño presentimiento con todo esto y estaba más que segura que Erik no había asesinado a esa mujer, le preguntaría al verlo otra vez para asegurarme, pero aun así me entraba la duda. Si Erik no había matado a la hermana de Marie, ¿quién había sido? ¿Por qué inculparía al Fantasma de la Ópera manchando aún más su reputación? Bostece y me deje llevar por el sueño, estaba realmente agotada.

Perspectiva de Erik

Las ansias por ver a mi amada me estaban volviendo loco, los días no avanzaban tan rápido como yo quería y me invadía una euforia increíble por mostrarle una canción que había creado en su nombre, no había vuelto a tocar Don Juan Derrotado porque ya no me sentía así. Kamille se había vuelto mi nueva esperanza y estaba seguro que encontraríamos la manera de estar juntos, sin ningún odioso Chagny de por medio. Tan sólo debía ser paciente, una semana más y la tendría entre mis brazos.

Era un pensamiento tan extraño viniendo de mí, esa necesidad de tener contacto con alguien sólo la había sentido con ella, su toque me aliviaba mi alma torturada. Sonreí al pensar que podría casarme con ella, ya no era sólo una promesa egoísta que hice en su habitación si no que era una realidad tan tangible que me daba escalofríos. Yo, el Fantasma de la Ópera, el monstruo del Palacio Garnier, iba a poder ser feliz finalmente.

Para asegurarme que el regreso de mi querida Kamille no se viera interrumpido por el molesto conde, estuve observando durante ese tiempo restante desde mis escondites todo lo que él hablaba con sus guardaespaldas. Sabía que no obtendría mucha información viniendo de sus charlas con los gerentes, lo único que hacía era meter presión para sacarme de mi territorio y ellos, los pobres viejos asustados sabían que debían estar de mi lado, por lo que le daban la razón al Chagny pero no hacían nada para cumplir sus demandas. Con los gorilas era distinto, siempre les decía que si me veían nuevamente a las afueras de la casa Giry debían atraparme y encerrarme en su mansión ya que él se encargaría de convencer a la pelirroja de que yo había escapado por unos cuántos euros. Me sentía realmente impotente porque le había prometido a Kamille no asesinarlo, pero el Chagny estaba buscando que partiera su cuello y no sabía si podía controlarme por mucho tiempo, no quería que ella saliera lastimada por él y debía evitarlo.

Ese día ya había decidido que hacer, mediante un libro que había conseguido tiempo atrás encontré la famosa planta de la nicotina y leí que, si se ingiere un poco de ella, el organismo colapsa por tener una sobredosis de esa sustancia. Algo ideal para nuestro querido Chagny quien no podía vivir sin un cigarro en la mano. Compré la planta a las afueras de París, estaba empezando el invierno y me camuflé muy bien entre la gente con sus grandes abrigos que buscaban obtener algo de calor en el frío exterior, la vendedora me la entregó sin hacer muchas preguntas al darle cincuenta euros de más.

Regresé a la Ópera lo más rápido posible, puse a hervir un par de hojas verdes en poca agua y cuando estuvo listo, serví el líquido en un pequeño frasco de vidrio y subí a la superficie. No fue difícil encontrar al Chagny, hoy había función y él como siempre estaba en su palco acompañado de dos mujeres, me resultaba tan desagradable que insistiera tanto en Kamille cuando siempre estaba rodeado de féminas distintas cada noche.

Entre de manera sigilosa en el palco, las sombras eran mi escondite perfecto. Aproveche su obvio estado de ebriedad y lo ocupadas que estaban ambas trabajadoras en el pantalón del hombre para servir todo el contenido en su vaso de ron. Me escondí otra vez y me mantuve cerca para poder ver el espectáculo en primera fila. El pobre diablo tomo un trago largo de su bebida y después, de manera casi inmediata, empezó a toser y soltar el vaso provocando que se rompiera en miles de pedazos.

Una malvada sonrisa se dibujó en mis labios al verlo tocarse el pecho y su rostro ponerse rojo, dentro de poco le daría un ataque al corazón y no tendría que preocuparme más por él. Estaba sudando y el par de féminas lo veían con miedo, yo me límite a observar de manera sádica su tráfico final, empezó a vomitar en el piso alfombrado del palco y una de ellas no aguanto más, saco su teléfono y llamo a emergencias. No me preocupé, no llegarían a tiempo para salvarlo, me escabullí otra vez para que no supieran que yo había estado ahí tan pronto vi que el desgraciado se desmayó sobre su vómito, la imagen no dejo de seguirme en mi retorno a casa.

Sintiéndome como un niño al que le habían dado un juguete que había esperado por tanto tiempo, me llene de regocijo por mi triunfo y tache otro día en el almanaque de mi estudio, faltaba menos para verla y ahora no tendría de que preocuparme, Chagny debía estar siendo declarado muerto por sobredosis de nicotina en esos momentos.

Ya no importaba el acuerdo al que habíamos llegado ese imbécil y yo, se había metido con algo muy preciado para mi y no podía permitir que siguiera existiendo. Después me preocuparía de resolver las finanzas del Palacio Garnier.

Un escalofrío recorrió mi ser cuando estaba bebiendo una copa de vino tinto para celebrar mi triunfo, aquella voz tan desagradable y conocida me habló: -Yo siendo tú no estaría tan confiado de mi suerte, hombrecito. Dame de eso que estás bebiendo, no te quedes ahí temblando.

Le hice caso sin querer prestar atención a sus palabras, serví el vino en una copa que estaba en el altar y me vi en el reflejo del líquido carmesí antes de que éste desapareciera al ser consumido por ese demonio.

Me enamoré del Fantasma de la ÓperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora