Capítulo XXVII: Malevolencia y Confusión

88 5 3
                                    

No sabia que hacer, lo que menos esperaba era tener al Chagny en casa Giry ese día, como si me estuviera esperando.

Se supone que se había ido de viaje por unos meses, el verlo sentado en el comedor sosteniendo una copa de vino blanco y una sonrisa burlona en el rostro me dio náuseas.

Y yo pensaba que este día iba a salir bien, salude a todos los presentes con una clara incomodidad en mi rostro.

De forma casi inmediata Marie se acercó hasta mi con una bandeja de galletas de mantequilla y me ofreció una: -¿Compraste el vino, Kami? Cuando te llame imagine que tu visita al Sena se habría extendido y yo no pude ir a comprar más para no dejar sólo a tu prometido.

Tome una galleta para comerla, buscando disimular mi nerviosismo por tener a ese hombre ya recuperado bebiendo tan cerca de mi.

-Lo siento Marie, no pude, tome un taxi hasta acá y no lo compre...- subí un poco la voz, buscando que Christian me oyera: - ¿Por qué lo recibiste en tu casa si yo no estaba? De haber sabido que estaba aquí yo habría apresurado mi regreso.

Marie me sonrió por mi cambio de actitud: -Tranquila Kami, vino a darte una sorpresa. ¿No crees que es un hombre maravilloso? Pronto te casarás con él y te veo aún extrañada por sus detalles- alzó una ceja castaña y yo suspire.

No tenía forma de convencer a Marie de la realidad, según ella que Christian Chagny me pretendiera era lo mejor que podía pasarme en la vida, que equivocada estaba.

Tenía que seguir con el teatro, por mi bien y por la seguridad de todos los que me importaban en éste país.

-En ese caso, déjame ir a comprar el vino, admito que también quisiera beber un poco- le dije y ella asintió, pero Christian tenía rato oyendo nuestra conversación, se levantó de la silla y empezó a caminar hacia nosotras, no sin antes terminar su copa de un sólo trago.

Lo primero que hice de manera instintiva fue esconder el anillo que marcaba mi compromiso con Erik, no podía permitir que ese lunático lo viera. Hice que iba a sacar algo de mi bolso y ahí me quite aquella prenda, dejándola en el fondo. Al seguir usando el vestido que me había prestado Erik, no podía utilizar mis bolsillos.

-Yo te acompaño, ma'cherie- dijo Christian y yo maldije por lo bajo, trate de echarle una mirada desesperada a la abuela Giry, pero ella sólo se encogió de hombros. Al parecer ella sabía lo que tenia planeado el Chagny.

Salimos de la casa y al caminar por el jardín, Christian me hizo tomarlo del brazo. Yo sólo me deje llevar, pensando en lo que había pasado entre Erik y yo hace apenas unas horas, esto me hizo sonreir de manera instantánea.

-Debo decirte que no esperaba verte tan risueña hoy, mi petirrojo- su chófer abrió la puerta trasera de su limosina y yo entre primero, sintiéndome atrapada con él.

-Fue bastante emocionante mi visita al Sena, aprovechamos para ver la Torre Eiffel y eso nos retraso un poco- le dije restando importancia a mi expresión anterior.

Christian se acercó hasta mi oreja y pude sentir su aliento caliente sobre ella: -Qué caballeroso nos salió ese monstruo, ¿no te llevo a Notre Dame a conocer a su amigo el Jorobado?- apretó mi pierna y yo trague grueso, sintiendo como yo empezaba a sudar frío y su mano quería meterse por debajo de mi vestido.

¿Cómo supo que fui a verme con Erik?

El auto avanzo, saliendo de los suburbios y acercándonos al centro de París, observe a Christian con claro miedo en mi rostro y él empezó a reír.

-Recuerda que no puedes mentirme mi pajarito. Si yo no estoy cerca de ti, igual sabré a dónde vas y con quién- yo maldije por lo bajo, era cierto, había sido una tonta al no tener más cuidado. Sus gorilas vigilaron a Amelia cuando vivía con aquella familia, también debía tener gente en la Opera, ¿hasta dónde pensaba llegar éste hombre con su obsesión?

Me enamoré del Fantasma de la ÓperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora