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Abaddon despertó, sus ojos se desenfocaron, su cuerpo estaba tenso como un resorte, las pestañas pegadas por el llanto y los ojos adoloridos, se sentía como si lo hubiera arrollado un dragón

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Abaddon despertó, sus ojos se desenfocaron, su cuerpo estaba tenso como un resorte, las pestañas pegadas por el llanto y los ojos adoloridos, se sentía como si lo hubiera arrollado un dragón. Trato de moverse, pero unos brazos rodeaban su cuerpo firmemente.

Al revisar la hora en el reloj muggle las 10:30 parpadearon en la pantalla, ya había pasado la hora de abrir la tienda. Al girarse, el rostro de Fred estaba tan cerca, acarició suavemente la mejilla del pelirrojo, dejando que sus dedos se deslizaran entre los cabellos rojizos. Desearía siempre despertar a su lado.

Sin embargo, la conciencia de que él no merecía alguien tan bueno como Fred y que su presencia causaba molestia a George le atormentaba, pero no podía cambiar las cosas por más que lo intentase y eso siempre le mataba.

Los recuerdos de los sucesos anteriores volvieron uno a uno provocándole náuseas, su estómago se apretó en un nudo mientras el sabor amargo del arrepentimiento se mezclaba con el eco del vómito, aparto los brazos de Fred de sí mismo y corrió el baño, la puerta de este se azotó despertando a Fred quién miro el lugar vacío en la cama aún adormilado.

-Abaddon-le llamo al escuchar el sonido de las arcadas y se levantó con rapidez. El pelinegro estaba arrodillado en el suelo frente al sanitario, el ojicafe se acercó y le ayudo a sostener su cabello hacia atrás cuando volvió a vomitar.

Frotó la espalda de este y Abaddon por fin se calmó después de un rato, su cuerpo quedo débil apoyándose en el cuerpo del pelirrojo que hizo un hechizo de limpieza y uno para refrescarlo.

-No es un buen momento para decir buenos días ¿No?-el mayor dijo sonriéndole con simpatía y preocupación, mientras apartaba un mechón rebelde que cubría parte del rostro del pelinegro que sonrió sintiéndose reconfortado con aquel simple toque.

-No, pero buenos días. Fred-su voz sonó ronca, y Fred sonrió ayudándole a levantarse del frío suelo de baldosas del baño y lo condujo de vuelta a la habitación donde Abaddon se sentó en la cama y el otro le sirvió un vaso de agua.

La bebió bajo la atenta mirada del pelirrojo, pero él miró hacia la nada, tan solo contemplando cada tornillo de la puerta. ¿Qué se supone que debía decir ahora? Después de todo lo que hizo Fred aún le estaba ayudando. Era tan difícil de creer.

-Hoy abriremos la tienda por la tarde, le avisaré a algunos de mis hermanos, para que nos ayuden y que tú descanses-dijo un par de segundos después rompiendo el silencio.

-Sí... Gracias-la propuesta de Fred de tomarse un descanso fue como un bálsamo para el alma atribulada de Abaddon después de todos los acontecimientos ocurridos en las últimas horas.

Su corazón latía más despacio, la tensión en sus hombros se disipaba lentamente e incluso una sensación de calidez le invadió que junto con la suave caricia de Fred en su mejilla y las palabras consoladoras le recordaron que no estaba solo.

coмproмιѕo y pαrιαѕ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora