XXV

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Luego de la conversación con la señora LeStrange, Duxo subió hacia el cuarto que compartía con Aquino, para encontrarlo sólo con la polera, la cual era de capybaras, de pijama e hizo señas con enojo al verlo entrar sin tocar.

El pelinegro no detuvo su paso hasta abrazarlo, apretando al chico contra si, intentado borrar de su cabeza la idea de que su amigo había estado muerto.

Aquino estaba confundido, pero dejó el abrazo porque le gustaba cuando el mayor lo abrazaba así de bien.

Hizo una seña con la mano para preguntar que le pasaba.

Duxo se avergonzó cuando reaccionó en lo que había hecho, e intento apartar la mirada de las piernas de su amigo.

— Eh... No, no, nada es que... — no podía decirle lo que había pasado, sabía que a Aquino no le gustaba hablar del tema. — Soy muy afortunado de tenerte... — murmuró, ocasionando que el rubor subiera a las mejillas de ambos.

Aquino se colocó el pantalón de su pijama y le hizo una seña a Duxo para que se acercara un poco, quedando con el rostro cerca.

Un poco confundido, se inclinó hacia él.

Duxo quedó aún más confundido cuando Aquino se acercó para dejar un beso en sus labios, no supo qué decir durante varios segundos.

— Aquino.. — el menor colocó un dedo sobre los labios de Duxo, haciéndolo callar.

El pelinegro lo vio llevar otro dedo a sus finos labios, que tenían una pequeña sonrisa, haciendo el movimiento de "Shh" pero sin el sonido.

Y como si nada, se metió en su cama, dándole la espalda a Duxo, dejándolo entender que no hablarían del tema.

Duxo suspiró, tragando todo lo que quería decir, tocó gentilmente sus labios, pensando que había sido bendecido.


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Love me, Mute □ DuxinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora