CAPÍTULO 3

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June mastica chile, sentada como los indios en el sofá de nuestro apartamento, y estudiándome en absoluto silencio

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June mastica chile, sentada como los indios en el sofá de nuestro apartamento, y estudiándome en absoluto silencio. Entonces, se levanta lentamente y, haciendo gala de su consabido aire misterioso, coge una fruta del cuenco que tenemos en la cocina. Es una manzana, la que frota contra su camiseta caída por un hombro y a la que le da un mordisco. Sin haber tirado el chicle...

—Entonces os vais con Chad.

—Así es —confirmo de brazos cruzados, apoyada contra la encimera.

—Solos.

—Exacto.

—En el mismo hotel...

—En distintas habitaciones, June. ¿En qué estás pensando?

—Me temo que el título de «amigos sin derecho a roce» que habéis ganado a fuerza de buena voluntad, se os irá por el retrete.

—¿Por qué una no puede tener un amigo varón? ¿Es que acaso es obligatorio el sexo en una relación?

—No... siempre que tu amigo no esté cañón.

—Chad no me atrae en absoluto.

—Eso lo dices porque acabas de follar hace menos de veinticuatro horas —deduce con picardía.

—Hablando del tema...

—¡No empieces! —refunfuña, ahora sí, tirando el chicle a la basura.

—¿Te parece bien dejar que me vaya con cualquiera en el estado en el que estaba?

—No ibas tan perdida... Además, el chico era muy mono.

—June... —bufo apretándome las sienes con dos dedos y dejándome caer a su lado en el sofá, donde ya se ha acomodado otra vez.

Así no hay manera de rescatarse. ¡De verdad! Si pretendes tomar las riendas de tu vida haciendo gala de un buen sentido del deber, no es posible hacerlo con una amiga como ella dándote consejos.

—Taissa... ¿qué es lo que quieres? —pregunta envolviendo mis manos entre las suyas. Por la postura en la que está sentada, soy capaz de apreciar un pequeño detalle.

—¿Esas son mis bragas?

—Las mías están todas sucias.

Me levanto de un solo movimiento.

—¡Eres peor que Eileen! —protesto y ella se ríe. No me extraña que se lleve tan bien con mi hermana menor, son tal para cual.

—Por lo menos no tengo por costumbre dejármelas olvidadas en la casa de mis ligues de una noche, como otras... ¿Te las has puesto esta vez?

—Tenía que acudir a la oficina. Demasiado con que iba vestida con transparencias. Si me hubiese presentado sin ellas, a Theo le hubiera dado un infarto.

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora