CAPÍTULO 13

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Son las cinco de la tarde y aquí me encuentro, esperando pacientemente a que Francesco pase a buscarme para ir a la academia donde su hermano imparte clases de paracaidismo

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Son las cinco de la tarde y aquí me encuentro, esperando pacientemente a que Francesco pase a buscarme para ir a la academia donde su hermano imparte clases de paracaidismo.

Después de recibir su mensaje con la invitación no tuve que pensármelo demasiado. Ya me atraía la idea, pero si además tengo el placer de ir acompañada... ¿Para qué negarlo? Mucho mejor.

Hoy hemos trabajado desde casa y no acudimos a la oficina, motivo por el cual no he tenido noticias suyas, pero que también nos ha permitido a Chad y a mí acabar pronto.

Me mantengo pegada a la ventana del saloncito de nuestro piso. Mi amigo ha salido a por algo para merendar, aunque yo tengo el estómago tan cerrado por los nervios, que no podría ni siquiera pasar un vaso de agua. Y no se trata de la idea de lanzarme desde una avioneta, sino de verle a solas otra vez. El solo hecho de pensar en subirme a su fantástica moto y recorrer juntos la ciudad, hace que se me retuerzan las tripas.

De pronto, le veo aparcar y bajarse de su bólido con ese aire a estrella de Hollywood que tanto me pone...

¡Dios...! ¿Será que tantos días sin sexo ya comienzan a afectarme de manera deliberada? ¿Por qué no puedo dejar de mirarle como si fuese una maldita tarta de chocolate con nata que me muero por probar?

Cuando se gira para guardar el casco en el maletero, lo observo con detenimiento. Lleva ropa de deporte, unos pantalones de chándal de corte moderno que se ajustan a su perfecta anatomía como si los hubiesen diseñado para él, una sudadera gris, zapatillas Nike y los pelos indomables al mejor estilo «chico rebelde de musical de Broadway».

No tardo en oír el timbre, por lo que corro inmediatamente al telefonillo.

—¿Sí?

—¿Tais? Soy yo.

Cómo me gusta que me llame «Tais».

—Pasa.

Presiono el botón, y escasos minutos después, ya lo tengo en la puerta del apartamento.

—Hola —lo saludo con una sonrisa y él me imita.

—Estás preciosa.

Vaya... Vamos a saco. Empezamos bien.

—Bueno, hoy he prescindido de las faldas cortas. La ocasión lo amerita.

El gesto que me dedica hace que mi sexo palpite de ansiedad. ¿Por qué tiene que ser tan guapo?

—¿Nos vamos?

—Claro, le dejaré una nota a Chad. Dame un segundo. ¿Quieres pasar?

Me hago a un lado para que entre y él lo hace como si estuviese en su casa. Mira a su alrededor y estudia cada rincón desde su posición mientras cojo papel y lápiz para ponerme a escribir.

—Es más bonito de lo que se veía en las fotos.

Freno en seco automáticamente y levanto la vista para conectar con sus ojos que me miran con atención.

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora