CAPÍTULO 32

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Salgo de la oficina del notario con el alma partida en dos y una sensación extraña

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Salgo de la oficina del notario con el alma partida en dos y una sensación extraña. Por un lado, me angustia haber puesto fin a mi relación laboral y de amistad con Lorenzo; por el otro, siento que hice lo correcto.

Hemos llegado a un acuerdo que nos ha beneficiado a los dos, aunque por su expresión adusta, creo que no le ha sentado demasiado bien que presentara mi renuncia. No obstante, accedió a que le vendiera mi parte de la empresa, con el fin de evitarse un problema con Gia. Estaba dispuesto a demandar a la Agenzia Digitale sin importarme en absoluto que su suegro fuese el dueño.

Tampoco era mi intención participar de un proyecto donde todo se consigue embaucando y aprovechándose de los demás, algo que le hice saber. Quise que le quedara bien claro que no pensaba irme sin expresar mi desacuerdo con su manera de actuar y sus decisiones. Si Lorenzo quería dirigir la empresa que un día heredó de su padre haciendo uso de estrategias indebidas, allá él. Yo no iba a ser su cómplice, ni su marioneta, ni permitiría que sus intereses primaran sobre los míos y repetir errores del pasado.

En ocasiones, estas circunstancias nos ayudan a poner fin a ciertos patrones que repetimos constantemente. Lo que Lorenzo hizo conmigo revivió el acoso que experimenté en mi infancia. Aunque se trata de comportamientos diferentes —mientras Ronan me agredía física y verbalmente, Lorenzo lo hizo mediante la manipulación—, el sentirme utilizado por otros no es algo que me guste en absoluto.

Es hora de encontrar mi sitio en el mundo y de hacer algo por mí mismo.

Llamo a mi hermano para que comamos juntos. Ha concluido su año en la academia de paracaidismo, que cierra en verano. Además, ha superado los últimos exámenes universitarios con calificaciones sobresalientes, así que ahora está tan libre como un pájaro.

Una hora más tarde, nos encontramos en el restaurante al que solemos acudir y que tanto nos gusta.

—¿Qué hay? —me saluda con un abrazo y una palmada cariñosa en la espalda.

Bene, ¿y tú?

—Más tranquilo de haber terminado ya, ¡por fin vacaciones!

—Te las mereces.

—¿Cómo te encuentras? —pregunta pasándome su enorme brazo por los hombros y clavando su mirada cristalina en mis ojos.

—También aliviado. El tema de la renuncia me tenía estresado, por fin ha acabado todo.

—¿Y de lo otro?

Nos sentamos en la mesa que escogemos siempre y el camarero nos toma el pedido. Una vez solos, me digno a contestar su pregunta más directa.

—No hace ni una semana que se fue y no soy capaz de levantar cabeza.

—Tienes que lograr que te escuche. Tú no tuviste nada que ver con lo que tramaron Gia y Lorenzo, y no es justo que pagues por ello.

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora