CAPÍTULO 29

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El rostro de mi madre expresa preocupación, pero también enfado

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El rostro de mi madre expresa preocupación, pero también enfado.

Nos hallamos ambos sentados en la mesa del comedor de su casa, bebiéndonos un café después de comer. Bueno, si tragar con dificultad una porción de pasta se le puede llamar comer, porque no he sido capaz de acabarme ni tres bocados. Tengo un nudo atorado en el esófago y una piedra oprime mi pecho sin dejarme respirar.

Llevo desde ayer intentando comprender qué ha sucedido, me siento devastado y casi no he podido pegar ojo durante la noche. He intentado contactar con Taissa, pero ha sido en vano. No ha respondido mis llamadas ni mis mensajes, lo que me deja muy claro qué esperar de toda esta situación. Su expresión desolada y el estado en la que me la encontré ayer me han dejado hecho una mierda, y mi sentimiento de culpabilidad no ha remitido un ápice.

Soy un completo gilipollas y de la peor calaña.

Hoy he ido a trabajar por la mañana y, aunque estuve solo en el despacho y apenas salí, no he dejado de darle vueltas al asunto. Después he venido a ver a mi madre buscando un poco de apoyo y al final, he terminado contándole todo lo que ha ocurrido entre Taissa y yo. Me ha escuchado con atención sin interrumpirme ni una sola vez.

Al acabar mi confesión, inspecciona mi semblante contraído y mis oscuras ojeras, y decide plantear aquello que yo mismo me he estado preguntando desde que Taissa llegó a Milán.

—¿Qué pretendías con todo esto, hijo?

—Traerla de vuelta conmigo.

—Y has conseguido todo lo contrario —apunta, revolviendo su pequeña taza y dándole un sorbo después.

—La he cagado en grande, mamma.

—Cesco... Si las parejas no discutieran, no existiría la raza humana. Te aseguro que yo he cometido miles de errores y tu padre otros tantos. El secreto está en la comunicación.

—Algo que Taissa y yo no conocemos.

Certo —concluye y levanta mi mentón para que la mire a los ojos—. Os habéis empeñado en ocultaros muchas cosas y eso ha terminado por llevaros a la ruina.

Me agarro la cabeza, abatido, con un desasosiego que crece en lo más profundo de mi alma. Taissa me lo ha dejado muy claro ayer: no me perdonará.

—Mañana regresa a Estados Unidos y no tengo oportunidad con ella. Ya no quiere saber nada de mí...

—Es comprensible y, aunque no eres culpable de lo que ha sucedido con Lorenzo, es normal que deduzca que has tenido algo que ver.

—Lo sé —admito con pesar.

—Quizá lo mejor sea que le des su espacio. Necesitará tiempo para volver a confiar en ti.

—Dudo que lo haga.

—No seas negativo, todo tiene solución. Puedes ir a visitarla, intentar arreglar las cosas...

—Ahora mismo me es imposible pensar con claridad. ¿Qué se supone que hace uno cuando quiere recuperar a alguien después de haberle roto el corazón?

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora