CAPÍTULO 11

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—¿Por qué no se lo has preguntado? ¡Era tu oportunidad!

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—¿Por qué no se lo has preguntado? ¡Era tu oportunidad!

El cuestionamiento de Chad me llega desde el otro lado de la mesa. Estamos sentados en el comedor de nuestro apartamento, ya hemos cenado y acabo de relatarle lo que ha ocurrido hoy con Francesco.

—Estuve a punto de hacerlo, solo que...

—Te echaste para atrás.

—Tengo miedo —admito y bajo la vista hacia mis manos que envuelven una taza de café caliente.

—¿De qué?

—De que no me guste escuchar lo que tenga que decirme.

—No te entiendo, Tais.

—Le he dado muchas vueltas a lo nuestro, tantas que he pensado en todas las posibilidades y solo he sido capaz de encontrar una explicación.

—¿Cuál?

—Que alguien le haya hablado de lo que pasó aquella noche.

—¿Emborracharse es motivo suficiente para que tu mejor amigo deje de hablarte?

—Si fuese solo eso...

—Vale, te enrollaste con un chico, ¿y qué? ¿Acaso él no estaba saliendo con una chica?

—Sí.

—¿Entonces?

—El chico con el que me acosté solía jugar al fútbol con él.

—¿Y?

—Puede que se haya sentido traicionado.

Es curioso. Me he pasado años tratando de llegar a una conclusión certera, sin embargo, esta tarde, después de compartir tiempo con Cesco y de conversar amigablemente, tuve una especie de revelación. Fue un flashback de aquella noche nefasta, que vino a mi mente como un fogonazo de repentina lucidez.

Cuando Francesco me preguntó por Chad y noté ese atisbo de celos trepando por sus facciones, empecé poco a poco a atar cabos. ¿Y si para aquel entonces él se sentía atraído por mí? ¿Sería que él tampoco me consideraba solo una amiga? ¿Y si alguien le había ido con el cuento? Teníamos muchos amigos en común. Los del instituto, vecinos, incluso sus compañeros del equipo de soccer.

De ahí mi cambio repentino de actitud con él desde que habíamos llegado al embarcadero hasta el momento en que tocó despedirnos. Cuando me pidió perdón, sentí alivio, pero a la vez una especie de inquietud que me impidió ser amable con él.

Si el motivo fue ese... ¿Por qué nunca me lo dijo? ¿Tan poca confianza tenía en mí?

Sacudo la cabeza, aclarando las ideas y le sonrío a mi amigo, que me observa preocupado.

—Será mejor que me olvide de Francesco y que ponga la atención en la campaña. Es lo que importa ahora.

—Si tú lo dices...

Una Estrategia para ConquistarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora