Contemplo con atención todo lo que me rodea. En este momento solo estamos Francesco y yo. La Casa di Giulietta se ha quedado vacía.El reloj marca las diez de la noche y los visitantes han empezado a marcharse, tal vez para disfrutar de una cena romántica a la luz de las velas, porque ¿qué otra cosa se puede hacer en la ciudad del amor?
Verona es pura magia. Sus calles estrechas y empedradas relucen adornadas con balcones multicolores. Las plazas rebosan de gente y música con acento mediterráneo. Los amantes ilusionados buscan un refugio donde expresarse lo mucho que se quieren...
Cesco todavía acuna mis mejillas después de un beso que me ha dejado laxa y suspendida en una nube de algodón de azúcar, pegajoso y dulce. De esos que tanto me gustan y que te manchan los dedos de color rosa. Sus labios me saben a los veranos jugando en la acera o montando en bicicleta. Al camino andado y desandado. A la nostalgia de una despedida que trajo amargura y tristeza. Al reencuentro. Al sexo. A amor.
Reafirmo las palabras que mencioné el día que me besó por primera vez en aquel hangar después de nuestro increíble salto al vacío: «Ya no hay vuelta atrás», y cada día que paso junto a él, mi convicción se fortalece. Cuando esta tarde mencionó que, si ganábamos la competencia, tendría que regresar a Italia, me quedé sin palabras. Sospecho que pudo haber interpretado mal mi silencio. Quizás pensó que la idea me incomodaba, pero no podría estar más alejado de la verdad. Julia no aclaró los términos, lo cual me generó incertidumbre, sin embargo, ahora... Ahora todo es diferente. La perspectiva y las posibilidades cambian.
Hay esperanza de volver a verle.
Ya no sería solo sexo.
¿Francesco y yo tenemos futuro?
Su sonrisa me cautiva y desconcierta al mismo tiempo, como si pudiera leer mis pensamientos.
—¿Te apetece cenar algo por ahí con el grupo?
—Me encantaría —acepto elevando la comisura de mis labios.
—Genial, vamos a buscarlos. Seguramente hayan encontrado un sitio que esté bien.
Cesco le envía un mensaje a Maurizio y este le contesta que nos esperan un par de calles más abajo. La noche sigue siendo cálida y la brisa de verano propicia un ambiente más que agradable.
Una vez que los encontramos sentados en una bonita terraza, me ubico en la silla que ha reservado Martina para mí, mientras los chicos entran en la taberna para pedir la cena.
—¿Qué tal con Francesco?
—Supongo que bien —confieso cohibida, tratando de eludir lo que hasta a mí misma me tiene inquieta.
—Hace años que no os veías, ¿verdad? Mauri me puso al tanto de todo. Es una historia de amor muy bonita.
—¿Amor? —cuestiono haciéndome la sueca y ella sonríe.
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Una Estrategia para Conquistarte
ChickLitUn viaje a Milán. Una campaña de publicidad. Un ascenso prometedor. ¿Qué podría salir mal? Taissa es experta en Marketing y trabaja para una prestigiosa agencia de Chicago. Caótica, desordenada e impulsiva, se encuentra en el punto de mira de su jef...